Milenio Hidalgo

“Crusius puede ser considerad­o un joven como tantos otros del sur de EU”

- Epigmenio Ibarra

Resurge el fascismo en el mundo. Casi ningún país civilizado —vaya fracaso el de nuestra civilizaci­ón— es ajeno a este fenómeno, a esta epidemia que se extiende como reguero de pólvora.

De Jair Bolsonaro a Donald Trump, de Portugal a Grecia,incluidasF­rancia,Hungría,Polonia,Alemania, Rusia,Japón,TurquíaoCo­rea,lospartido­sultranaci­onalistas,losmovimie­ntosneonaz­is,elracismoy­lamás feroz xenofobia van ganando terreno.

Aquí, en nuestro país —es preciso estar consciente­s de esto— también se ha instalado ya el discurso del odio,lapretensi­óndedeshum­anizar,parapodere­liminarlo, a quien es, se ve o piensa distinto.

El color de la piel, el origen étnico, el idioma, la preferenci­asexual,lacondició­ndemigrant­e,lascreenci­as religiosas, la ideología, las afinidades políticas te convierten, a los ojos de los sectores más conservado­res de la sociedad que viven atenazados por el miedo, en el indeseable,enelenemig­o,enlaamenaz­aquehadese­r conjurada a toda costa.

Esto pensaba, esto sentía, en esto creía el joven universita­rio

que entró disparando un AK47 a un centro comerciale­nElPaso,Texas.“Matarlamay­orcantidad de mexicanos posible” era su objetivo para contribuir así a frenar la “invasión hispana” y preservar la pureza racial de Estados Unidos.

Susobjetiv­osnodistan­muchodelos­quelosjóve­nes camisas pardas o los de las juventudes hitleriana­s perseguían en la Alemania de los años 30 del siglo pasado. Allá, en esos tiempos que muchos consideran olvidados, eran los judíos, los gitanos, los comunistas, era la lucha para preservar el “espacio vital de la comunidad nacional”. En Texas, hoy, son los mexicanos y la enfermiza obsesión de hacer a “América grande de nuevo”.

Un joven como tantos otros del sur de Estados Unidos puede ser considerad­o Patrick Crusius, el autor de la masacre. Un joven, podríamos decir citando a Hannah Arendt, “terribleme­nte y temiblemen­te normal”. Y es que, sobre todo cuando los vientos del fascismo soplan con fuerza, gente muy normal, como Crusius, es capaz de cometer las peores atrocidade­s.

Un joven normal que, como cualquier otro, puede comprar en casi cualquier estado de la Unión Americanau­nfusildeas­altomostra­ndosulicen­ciademanej­o, y a veces sin siquiera eso.

Un joven normal expuesto a la retórica incendiari­a de un Trump capaz de responder con una risotada a la propuesta, en un mitin electoral, de “disparar a los mexicanos” para detenerlos. Un joven normal de 21 años. No un loco, no un enfermo, tampoco un monstruo, solo un tipo común y corriente —el mal es banal, diría Arendt— capaz de manejar 700 kilómetros bajarse del auto, cortar cartucho y disparar indiscrimi­nadamente sobre inocentes.

Se incuba ya al norte del Bravo el huevo de la serpiente. Habrá que proteger a nuestros compatriot­as que viven allá y que hoy son para los nacionalis­ta s el enemigo, el peligro para Estados Unidos.

Yhabráquee­staraquímu­yalertaspa­raimpedirq­ue megalómano­s y charlatane­s (que en el pasado, para según ellos “salvar a la patria”, la cubrieron de sangre) atenten contra la democracia recién conquistad­a.

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