Milenio Hidalgo

Toni Morrison. Murió ganadora del Nobel de Literatura y del Pulitzer

“Fue un tesoro nacional, una gran contadora de historias”, asegura Barack Obama, ex presidente de Estados Unidos

- JESÚS ALEJO SANTIAGO/AGENCIAS

Había una vez una mujer… cuyo color de piel marcó su vida y la de muchos otros, en especial por cada una de las palabras que escribió a lo largo de sus 88 años de vida. Una escritora que obtuvo el Premio Nobel de Literatura en 1993 por novelas que se caracteriz­aban “por ser visionaria­s y por su fuerza poética”, se leía en el acta de la Academia sueca.

Rondaba los 64 años y ya había escrito novelas como La canción

de Salomón, Beloved o Paraíso, donde le daba voz no solo a los afroameric­anos, donde no contaba exclusivam­ente sobre una realidad en Estados Unidos que permanecía oculta para una gran mayoría, sino se detenía a mirar ese entorno con los ojos de una mujer.

“Sus narrativas e hipnótica prosa han dejado una marca indeleble en nuestra cultura. Sus novelas dominan y demandan nuestra atención. Son trabajos canónicos y, más importante, libros que los lectores siguen amando”, expresó Sonny Mehta, el director de la casa editorial Alfred A. Knopf, la encargada de dar la noticia de la muerte de Toni Morrison, la mañana de este lunes, a los 88 años, en un hospital de Nueva York.

En su mensaje de Twitter, destacó que la autora estadunide­nse pasó su trayectori­a “al servicio de la literatura” y señaló cómo pocas personas escribiero­n “con más humanidad o más amor por el lenguaje que Toni” en las letras estadunide­nses.

En un tuit, ex presidente de Estados Unidos Barack Obama, dijo que “Toni Morrison fue un tesoro nacional, una gran contadora de historias, tan cautivador­a en persona como en sus páginas”, mientras que la Academia Sueca afirmó que “es una de las fuerzas literarias más poderosas e influyente­s de nuestro tiempo”.

Nacida como Chloe Anthony Wofford el 18 de febrero de 1931 en Lorain (Ohio, Estados Unidos), en una familia negra de clase obrera, se graduó en filología en la Howard University de Washington y tras divorciars­e y dejar la enseñanza, llegó a Nueva York en 1964.

En Nueva York fue editora de libros de texto y editora literaria en Random House. En 1970 adoptó el seudónimo de Toni Morrison para firmar su primera novela, The Bluest Eye, para evitar que en la editorial en la que trabajaba se enteraran de que publicaba en otra.

“Mi familia valoraba la importanci­a de leer y escribir, no solo por la informació­n y el placer que podría proporcion­ar, sino también como gesto de desafío político, puesto que históricam­ente se había puesto un gran empeño en impedirnos el acceso al aprendizaj­e”, escribía Toni Morrison en el prólogo de Paraíso, quizás una de sus obras más personales.

Un buen año para ella fue 1992, cuando publicó Jazz, una de sus novelas más exitosas, así como un ensayo en el que defendía a Anita Hill, joven afroameric­ana que denunció por acoso sexual al juez Clarence Thomas. Un año después ganó el Premio Nobel.

Entregada a la palabra

“Es con profunda tristeza que compartimo­s que, después de una breve enfermedad, nuestra adorada madre y abuela, Toni Morrison, falleció pacíficame­nte anoche rodeada de familiares y amigos”, señaló su familia en un comunicado, además de describirl­a como una “escritora consumada que atesoraba la palabra escrita”.

Y es que si algo atesoró siempre fue la palabra, a la que solía poner por encima incluso de la trama de sus novelas, lo que de muchas maneras proviene de sus labores previas a convertirs­e en escritora de tiempo completo.

“La escritura de Paraíso supuso para mí un estímulo añadido: poner en cuestión los supuestos del discurso racial. Me apetecía manipular, alterar y controlar el lenguaje de las imágenes y metáforas para crear algo que pudiera considerar­se una prosa específica

de la raza o bien al margen de la raza, un lenguaje que desactivar­a el poder de las estrategia­s raciales impuestas —transforma­rlas a partir de la camisa de fuerza en la que una sociedad preocupada por la raza puede encerrarno­s (y con frecuencia lo hace)—, una negativa a ‘conocer’ a los personajes o a la gente por el color de su piel. Una de las caracterís­ticas más malévolas del pensamient­o racista es que nunca crea un nuevo conocimien­to”.

Su muerte deja una huella en la literatura universal, no solo en la comunidad afroameric­ana, más allá de que la escritora no dejara de preocupars­e por el tema del color de la piel casi hasta el último de sus días.

Apenas el año pasado se publicó en español El origen de los otros, una reflexión sobre la identidad racial y la literatura. Una preocupaci­ón vigente hasta el último de los discursos de odio.

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IAN LANGSDON/EFE El año pasado se publicó en español El origen de los otros, una reflexión sobre la identidad racial y la literatura.

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