La fascinante caída de Paola
Hija del aire y el agua, recorrió un millón de veces el camino al precipicio. Cada escalón hasta la cima representaba un motivo para caer con honor. La vida de la clavadista, un tenaz salto al vacío, consiste en darle dignidad a la caída. Paola Espinosa encontró en su plataforma un lugar para mirar el
mundo, y en su trampolín, una oportunidad para saltar sobre él. Algo tienen esta clase de atletas que desafían la gravedad con la naturalidad de un superhéroe, para ella, fue algo más que ciencia ficción: subió siendo una niña y bajó como madre de familia. En el trayecto, encontramos a la mujer maravilla. Algunos revelan el sentido de la vida andando, y otros lo descubren volando. Marchistas y clavadistas forman parte del México más amplio. Pero ese viaje entre el cielo y la superficie que terminará en Tokio, fue uno de los más largos y emocionantes en la historia del deporte mexicano. Metro a metro y año tras año, la carrera de Espinosa llenó de historia el tiempo y el espacio. Cuando este gran salto se acerca al final, queda una trayectoria difícil de igualar: pocos deportistas han caído tan alto. Aunque la composición parezca una contradicción, es auténtica. Como pocos deportistas, la clavadista mexicana nos ha enseñado que es tan importante subir como bajar. En ese subibaja constante se encuentran los grandes misterios de la vida y el deporte. Nadie está mejor preparado que la clavadista para entenderlo, porque, mientras a la mayoría de los atletas se les califica por su forma de subir, a ella siempre se le juzgó por su forma de caer. Podemos decir que la caída de Paola Espinosa ha sido excepcional. Medallista olímpica y campeona mundial, su despedida de los Juegos Panamericanos como una de las máximas figuras continentales, deja un tremendo vacío: la cantidad de victorias que hereda a las próximas generaciones produce vértigo. Cuando una atleta de esta magnitud empieza a despedirse, no hay que buscarle sustituta, sino pedestal. La vida y carrera de Espinosa es un documento trascendental para la mujer mexicana. Junto a Soraya Jiménez, Ana Gabriela Guevara, Paola Longoria, Belem Guerrero, María del Rosario Espinoza o Lorena Ochoa; encarna el milagro del deporte mexicano..
Cuando una atleta de esta magnitud se va, no hay que buscarle sustituta, sino un pedestal