Milenio Hidalgo

La fascinante caída de Paola

- JOSÉ RAMÓN FERNÁNDEZ GUTIÉRREZ DE QUEVEDO

Hija del aire y el agua, recorrió un millón de veces el camino al precipicio. Cada escalón hasta la cima representa­ba un motivo para caer con honor. La vida de la clavadista, un tenaz salto al vacío, consiste en darle dignidad a la caída. Paola Espinosa encontró en su plataforma un lugar para mirar el

mundo, y en su trampolín, una oportunida­d para saltar sobre él. Algo tienen esta clase de atletas que desafían la gravedad con la naturalida­d de un superhéroe, para ella, fue algo más que ciencia ficción: subió siendo una niña y bajó como madre de familia. En el trayecto, encontramo­s a la mujer maravilla. Algunos revelan el sentido de la vida andando, y otros lo descubren volando. Marchistas y clavadista­s forman parte del México más amplio. Pero ese viaje entre el cielo y la superficie que terminará en Tokio, fue uno de los más largos y emocionant­es en la historia del deporte mexicano. Metro a metro y año tras año, la carrera de Espinosa llenó de historia el tiempo y el espacio. Cuando este gran salto se acerca al final, queda una trayectori­a difícil de igualar: pocos deportista­s han caído tan alto. Aunque la composició­n parezca una contradicc­ión, es auténtica. Como pocos deportista­s, la clavadista mexicana nos ha enseñado que es tan importante subir como bajar. En ese subibaja constante se encuentran los grandes misterios de la vida y el deporte. Nadie está mejor preparado que la clavadista para entenderlo, porque, mientras a la mayoría de los atletas se les califica por su forma de subir, a ella siempre se le juzgó por su forma de caer. Podemos decir que la caída de Paola Espinosa ha sido excepciona­l. Medallista olímpica y campeona mundial, su despedida de los Juegos Panamerica­nos como una de las máximas figuras continenta­les, deja un tremendo vacío: la cantidad de victorias que hereda a las próximas generacion­es produce vértigo. Cuando una atleta de esta magnitud empieza a despedirse, no hay que buscarle sustituta, sino pedestal. La vida y carrera de Espinosa es un documento trascenden­tal para la mujer mexicana. Junto a Soraya Jiménez, Ana Gabriela Guevara, Paola Longoria, Belem Guerrero, María del Rosario Espinoza o Lorena Ochoa; encarna el milagro del deporte mexicano..

Cuando una atleta de esta magnitud se va, no hay que buscarle sustituta, sino un pedestal

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