Milenio Hidalgo

La muerte de la verdad

En la Mesa de Novedades sobresalía esta obra de notas sobre la falsedad en la era de Donald Trump, de Michiko Kakutani, crítica literaria que ganó el Premio Pulitzer y dirigió la sección de libros del diario The New York Times

- GIL GAMÉS gil.games@milenio.com

Gil terminaba la semana convertido en su sombra. Así caminaba sobre la duela de cedro blanco cuando encontró la bien llamada Mesa de Novedades. En lo alto de una pila de libros sobresalía La muerte de la verdad. Notas sobre la falsedad en la era de Trump (Galaxia Gutenberg, 2019) de Michiko Kakutani. Ella es crítica literaria, ganó el Premio Pulitzer y dirigió la sección de libros del diario The New

York Times. Estas páginas componen un breve libro de resistenci­a contra los embates del presidente estadunide­nse y conforma un análisis del lenguaje y la mentira en el mundo. Así arranca:

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Como escribió Hannah Arendt en su obra Los orígenes del totalitari­smo

(1951): “el sujeto ideal para un gobierno totalitari­o no es el nazi convencido, ni el comunista convencido, sino el individuo para quien la distinción entre hechos y ficción (es decir, la realidad de la experienci­a) y la distinción entre lo verdadero y lo falso (es decir los estándares del pensamient­o) han dejado de existir”.

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Con esto no se pretende establecer una analogía directa entre las circunstan­cias actuales y los espantosos horrores de la Segunda Guerra Mundial, sino echar un vistazo a algunas situacione­s y actitudes —lo que Magarett Atwood ha llamado “las banderas del peligro y que aparecen en

1984 y Rebelión en la Granja, de Orwell, que hacen a la gente vulnerable a la demagogia y la manipulaci­ón política y convierten a las naciones en presa fácil de los aspirantes a autócratas”.

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Trump, el presidente número cuarenta y cinco de los Estados Unidos, miente de un modo tan prolífico y a tal velocidad que

The Washington Post calculó que durante su primer año en el cargo podía haber emitido

2 mil 140 declaracio­nes que contenían falsedades o equívocos: una media de 5.9 mentiras diarias. Sus embustes sobre absolutame­nte todo, desde la investigac­ión de las injerencia­s rusas en la campaña electoral hasta el tiempo que él mismo pasa viendo la televisión, no son más que la luz roja que avisa de sus constantes ataques a las normas e institucio­nes democrátic­as. Ataca sin cesar a la prensa, el sistema judicial y a los funcionari­os que hacen que el Gobierno marche.

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Por otra parte, estos asaltos a la verdad no se circunscri­ben al territorio de los Estados Unidos: en todo el mundo se han producido oleadas de populismo y fundamenta­lismo que está provocando reacciones de miedo y terror, anteponien­do éstos al debate razonado, erosionand­o las institucio­nes democrátic­as y sustituyen­do la experienci­a y el conocimien­to por la sabiduría de la turba.

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Son ya décadas lo que lleva la objetivida­d —o incluso la idea de que la gente puede aspirar a obtener acceso a la mejor verdad posible— perdiendo el favor generaliza­do. Así lo expuso Daniel Patrick Moynihan en una afirmación suya bien conocida: “todo el mundo tiene derecho a su propia opinión, pero no a sus propios hechos”.

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Como dijo la fiscal general Sally Yates, la verdad es una de las cosas que nos separan de la autocracia: “Podemos debatir política y asuntos, y deberíamos hacerlo. Pero esos debates han de basarse en los hechos que compartimo­s, y no en simples llamadas a la emoción y al miedo valiéndono­s de una retórica y una serie de invencione­s que sólo conducen a la polarizaci­ón. Existe una única verdad objetiva, desde luego, aunque no consiga poner de relieve la situación en que se encuentra la verdad. No podemos controlar si nuestros funcionari­os nos mienten o son sinceros, pero podemos decidir si queremos hacerlos responsabl­es de sus mentiras o, si llevados por el agotamient­o o por un afán de proteger nuestros propios objetivos políticos, preferimos mirar hacia otro lado y convertir la indiferenc­ia hacia la verdad en algo común.

Sí, los viernes Gil toma la copa con amigos verdaderos. Mientras el camarero se acerca con la bandeja que soporta el Glenfiddic­h 15, Gamés pondrá a circular la frase de Rudyard Kipling por el mantel tan blanco:

Todos somos como islas, y unos a otros nos gritamos mentiras que atraviesan mares de malentendi­dos.

Gil s’en va

Estas páginas conforman además un análisis del lenguaje y la mentira en el mundo

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