Identidad
Nuestro lugar de nacimiento o la ciudad donde vivimos juegan papeles decisivos para la definición de nuestras identidades. La conciencia humana no se aloja dentro de nuestra cabeza, sino en nuestro entorno directo y en las relaciones que establecemos con éste. En su lucha por evitar caer en el olvido, la arquitectura es la aliada más cercana a los seres humanos.
En primera instancia se toman en cuenta los factores formales para definir la identidad de los edificios y ciudades. Elementos como los materiales con los que se construye y la disposición de éstos, son los que nos ayudan a clasificar e identificar a la arquitectura desde el punto de vista histórico. Algunas formas arquitectónicas son indicios inequívocos de su pertenencia a una cultura y a una época específicas.
Por ejemplo, las pirámides en Mesoamérica son formas arquitectónicas usadas por los pobladores de la región antes de la conquista europea. Son construcciones únicas e irrepetibles, por lo que están ligadas a la conciencia de las personas que habitan cerca de ellas. A medida que las construcciones son de más reciente factura, las cuestiones de identidad se vuelven un tanto más difíciles de definir. Nuestra época se caracteriza por la globalización de la cultura y por la circulación inmediata de la información en imágenes fijas y en movimiento. Estos fenómenos provocan estados de conciencia anómalos respecto a la experiencia directa de los acontecimientos. Por ejemplo, si hay un desastre natural al otro lado del mundo, lo vivimos con tal intensidad, que lo sentimos casi como si estuviera sucediendo donde nos encontramos,