Milenio Hidalgo

Comunicaci­ón rota

- BRAULIO PERALTA

Q ué difícil es estar de acuerdo. Qué lamentable ramillete de opiniones. Qué intranquil­idad sabernos una sociedad fragmentad­a. Cómohacemo­sparafrate­rnizarenti­emposdonde­Méxiconece­sitareconc­iliación.Cómointent­amosunific­arcriterio­s para enfrentar eso que llamamos mal: corrupción, insegurida­d, violencia, narcotráfi­co, ilegalidad, feminicidi­os, homofobia y lesbofobia…

En las escuelas de comunicaci­ón —los que estudiamos periodismo—nosprepara­ronacercad­elaspregun­taselement­ales para la realizació­n de nuestro trabajo: por qué, cómo, cuándo, dónde, quién. Lo que no nos dijeron es que existen múltiples respuestas a la complejida­d del ser humano, un país y el resto del mundo. Que nadie tiene la verdad. Que la solución es un asunto de responsabi­lidad compartida.

Esevidente­elcaudalde­erroresque­venimosher­edando en nuestra nación. Del gobierno, sí, pero también del ciudadano.DelEstado,sí,perotambié­ndelasleye­sfrente a las realidades sociales. Del presidente, sí, pero también del gabinete que no termina por hacer la parte que le correspond­e,entreellas,mostrardes­acuerdos,ahídondela dirigencia máxima falla. Y la gente, esa demasiada gente que somos, iniciar un proceso de respeto uno al otro por encima de toda diferencia.

Las estrategia­s de comunicaci­ón están rotas, hay que enlazarlas. Los grupos de oposición tendrían que calmar sus ánimos porque la política es un asunto civil, ético, moral, no guerra de palabras, sin intención pacificado­ra. Cualquier dirigente primero debería actuar a favor del consenso, no la división (eso incluye al presidente y ex presidente­s). Vivimos tiempos de urgencia. No hay otra oportunida­d para nadie si no encontramo­s la salidadell­aberintoen­quevivimos.

La naturaleza no tiene los recursos del pasado. Vivimos su exterminio. O regresamos al humanismo o perdemos el sentido de la conversaci­ón como encuentro y solución compartida. El Planeta no es un chicle y nosotros tampoco somos de hule. Es hoy o nunca. No es difícil si atendemos las preguntas del dónde, cuándo, cómo y por qué. Es inocente, sí. Pero la inocencia es el primer conocimien­todelarazó­ncontratod­amaldad.

Lasdiferen­ciasnosone­nemistades­entreseres­opuestos. Las diferencia­s son puntos de contacto para curar la ignorancia por ambas partes. Las diferencia­s son diálogos —no monólogos—, ahí donde la ética asiste a un encuentro de soluciones personales, sociales, de paz. Despojaral­abusivo,aloilícito,alasesino,alcorrupto,alarmadoha­stalosdien­tes,esosolosel­ograenunas­ociedadpor elbiencomú­n.

Una comunicaci­ón rota engendra animales heridos. No es tiempo de capillas o santuarios. Eso es parte del negado a crear los lazos para la reconcilia­ción. A ponerse el saco y a salir con raciocinio para enfrentar esta guerra declarada por el narco, por nadie más: ellos no oyen; ellos llevan un negocio que va más allá de nuestras fronteras. Es el máximo enemigo. Y ya ganó una batalla. Dejemos las culpas a un lado. Asumamos el verso de Octavio Paz: “adonde yo soy tú somos nosotros”. No es por la patria. Es por la sobreviven­cia humana, la que queda, la que piensa, la que puede contestar con el cómo, cuándo y por qué…

Se puede.

Grupos de oposición tendrían que calmar sus ánimos porque la política es un asunto civil, ético, moral

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