Valeria Moy
“El jueves el gabinete de seguridad, presidido por Durazo, mintió abiertamente”
P arece ser una característica de los seguidores del presidente López Obrador. Ante la menor crítica al presidente responden planteando alternativas que sugieren opciones excluyentes. En un principio, surge el deseo casi instintivo de dar una explicación como respuesta, pero es cada vez más evidente que es una estrategia de comunicación que desea generar una mayor polarización aún.
Hans Rosling plantea en Factfulness que los seres humanos tienen una tendencia “dramática” hacia el pensamiento binario, una necesidad de dividir las cosas en dos grupos completamente distintos, con un enorme espacio en medio. Héroes contra villanos. Buenos contra malos. Nuestros aliados frente a los adversarios. Rosling sugiere que lo hacemos casi sin pensar porque implica conflicto. Y el conflicto atrae, como bien lo saben los medios que plantean historias entre los extremos opuestos de una amplia gama de opciones. El presidente lo sabe, quizás de forma intuitiva y lo comprueba al darse cuenta que manejar así la narrativa tiene beneficios: obliga a la gente a tomar una postura y simplifica —de forma ficticia— el mensaje.
Las reacciones ante el operativo fallido de Culiacán la semana pasada no hacen más que ejemplificar la estrategia. En cada una de las diferentes etapas de este suceso se plantearon falsos dilemas. Cuando salió la tarde del jueves el gabinete de seguridad, presidido por Durazo, se mintió abiertamente. Cuando se critica la mentira, la respuesta es “¿prefieres un gobierno que no dé la cara?”. Ante la crítica por la liberación del narcotraficante, la reacción fue “¿prefieres un estado represor que masacre a la población?”. En la entrevista que le hizo el viernes Carlos Loret de Mola a Alfonso Durazo para definir el momento preciso en el que se tomó la decisión, el secretario respondió que este gobierno no usaría la fuerza pública para reprimir. Llama la atención el uso del verbo “reprimir” para justificar decisiones de (in)acción frente al crimen organizado.
El planteamiento de falsos dilemas se hace todos los días desde el púlpito presidencial y los seguidores —y el gabinete en algunos casos— reaccionan al unísono. Recientemente se aprobaron cambios a diferentes leyes que equiparan el uso de facturas de operaciones inexistentes con crimen organizado, un tema, incluso, de seguridad nacional. Bajo esta definición, las personas que sean sospechosas de hacer este tipo de operaciones serán sujetas de prisión preventiva. Es un tratamiento poco adecuado para el delito que además dará pie a un uso político de la ley mientras se desincentiva la inversión. Al expresarlo así la respuesta inmediata es “eso quiere decir que estás a favor de las factureras y de la evasión”. Nada más alejado de la realidad, pero la demagogia se alimenta de los extremos.
Pasa lo mismo con los cambios recientes que impedirán a funcionarios públicos trabajar en el sector privado en áreas de las que se haya tenido información por diez años posteriores a su salida. Es una exageración y así hay que decirlo.
Los problemas de México son complejos. Sus soluciones también. Habrá críticas. Qué bueno que las haya. No desviemos la atención con falsos dilemas. Hay mucho más allá del blanco y el negro.