Milenio Hidalgo

“Enseñé inglés, cuidé viejitos, fui scout y hasta paramédica los domingos”

Aunque la Chief Financial Officer de Grupo Coppel estudió Relaciones Internacio­nales para “huir de los números”, dice que “el universo nos pone donde quiere”; es la menor de cinco hermanas, y como no hay quinto malo, repitió el patrón y tiene cinco hijos

- MARISELA LÓPEZ

Desde finales de 2018 Yvonne Ochoa Rosellini es Chief Financial Officer (CFO) de Grupo Coppel, y aunque estudió Relaciones Internacio­nales para “huir de los números”, dice que “el universo siempre nos pone donde quiere”.

Cuenta que, luego de trabajar como analista de mercados en una casa de bolsa, comenzó a ver las cifras de otra manera, situación que la motivó a especializ­arse en finanzas y hacer una maestría en Administra­ción.

Durante su adolescenc­ia dio clases de inglés tanto a invidentes como a ejecutivos, iba al asilo Mundet para platicar con personas de la tercera edad y fue scout y paramédica.

Ochoa Rosellini es la menor de cinco hermanas, creció en un hogar bicultural porque su papá es mexicano y su mamá est ad u ni dense, yes miembro de varios consejos de administra­ción, como el de la Asociación Nacional contra el Infarto Cerebral (Ancic).

¿Por qué una asociación contra infartos cerebrales? Porque a mi mamá le dio uno hace 20 años, poca gente sobrevive. Es una de las principale­s causas de muerte en nuestro país y la mayor de discapacid­ad y desempleo. A mi mamá le dio cuando tenía 50 y se recuperó muy bien. Estuvo 20 años encima de mi papá porque quería que atendieran a las personas que les da; entonces, hace tres años, lanzaron Ancic.

¿Cómo fue crecer en un hogar bicultural?

Nací aquí. Mi papá se robó a la gringuilla y se vinieron a México. Mis veranos y navidades eran de visitar a la familia en Seattle, Washington; crecí escuchando y hablando inglés, fue una herramient­a maravillos­a porque me dio chance de trabajar con flexibilid­ad dando las clases.

¿Cómo fue la educación en casa? Mis papás me pichaban la colegiatur­a y yo tenía que hacer todo lo demás. Si quería libros, clases adicionale­s, coche, parranda, lo que fuera, ya era por mi cuenta. Mis papás nos educaron para ser autosufici­entes, te quejas cuando eres chico, pero después te das cuenta que estuvo bien; somos cinco hijas, te imaginarás como crecí. Soy la menor, la quinta, pero no hay quinto malo. Además repetí el patrón, tengo cinco hijos, cuatro hombres y una niña.

¿Ser bicultural le ayudó a caminar con mayor seguridad? Mi mamá es un ejemplo extraordin­ario, nos educó para hacer lo que quisiéramo­s, nunca sentí que tenía que seguir algún patrón; ella siempre trabajó, fue muy activa. Yo fui scout. Para mí no es un tema ser mujer, es como mi lunar (de la cara), ni lo veo.

Cuando era chiquita y tenía mi lunar, imagínate que ves una mancha en la cara y dices: “¿Qué es esto?” Mi mamá me dijo: “Esto es un beso de ángel”, y dije: “Bueno, pues soy la cosa más especial sobre el planeta”, y decidí que no había problema.

¿Cómo fue su experienci­a como scout?

Hay una estadístic­a que dice que 80 por ciento de las personas que han hecho cambios, los changemake­rs del mundo, fueron scouts; es una experienci­a que muero de ganas de darle a mis hijos: prendes fuego, haces nudos, cocinas, nadas y rescatas, después fui paramédica.

¿Dónde fue paramédica? Hice mi servicio social como técnico en urgencias médicas en Urgemet, eran puras llamadas de emergencia. Era un grupo muy padre que promoviero­n en el ITAM. Me eché un par de años más en ambulancia trabajando, dando servicio los domingos.

El primer día en la ambulancia, toda nerviosa, escuché: “Accidente de avión”. Me imaginé una escena como la de la serie Lost, con 200 muertos. Recuerdo ir en la ambulancia sudando y tratando de dar el gatazo de que estaba calmada, fue un accidente en Cuajimalpa, una tragedia, falleciero­n dos personas.

¿Sus pláticas con viejitos eran parte de las actividade­s como scout?

Soy la quinta, entonces ya no me pelaban mis papás. Ya sabes, me tocó la ropa que pasó por todo mundo; mi mamá me decía: “Levántate y ve a hacer algo”, y la televisión no era ni tema. Acabé los scouts como a los 15, después fui con los ciegos y como a los 17 busqué algo cerca, fui al asilo Mundet. Era acompañarl­os y platicar con ellos. Creo que ahí te das cuenta de que la prioridad son las personas, al final no te llevas nada más que el amor que dejas.

¿Qué hace en su tiempo libre? No hay tiempo libre, lo único que puedo es leer todo lo que puedo, no libros desgraciad­amente, sino periódicos, revistas, documentos de análisis; veo las dos horas de la mañanera, tengo poco tiempo extra.

Lo que me gusta es leer diferentes fuentes para tener contexto. Cuando era joven, leía a Mario Benedetti y las historias de Nancy Drew.

De cine veo lo que escogen mis hijos y soy la más feliz viajando. Lo que más le tengo que dar a mis hijos es viajar. Salir te quita de tu “ceguera de taller”, porque pensamos que todo es igual; viajar te abre las puertas del pensamient­o; viajar te saca de tu zona de confort.

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JUAN CARLOS BAUTISTA “En mi primer día en ambulancia hubo un accidente de avión; imaginé Lost”.
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¿Cuál es su libro favorito? Los de las historias de Nancy Drew.

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