“Lo mío es la chela, no el whisky”
D esafortunadamente, de Siria solemos enterarnos de que continúa el conflicto armado y político; las imágenes que ofrecen las cadenas noticiosas son las de un país devastado y casi en ruinas que no concibe en el corto plazo una solución a sus problemas. Sin embargo, la gente sigue luchando por la vida y encuentra momentos para las celebraciones. La cultura y el arte no se detienen. Precisamente, del circuito de cantantes de boda surgió la gran estrella internacional Omar Souleyman, quien antes de salir del país ya había grabado más de 500 discos que se vendían en los puestos callejeros. El músico hace un entrecruzamiento entre la tradición musical árabe y una electrónica de baile basada en instrumentos poco sofisticados. La escena internacional de clubes y festivales lo ha encumbrado por su capacidad de potenciar el gozo y la celebración. Una vez más se confirma que el idioma no es un problema que afecte a la música.
El veterano tomó la decisión de dejarse producir por figuras tan influyentes como Four Tet y ello no ha hecho más que consolidar su sonido. Ahora acomete con Shlon (2019), editado por el ecléctico sello Mad Decent, y en el que las secuencias de caja de ritmo acompañan al dabke y baladi árabes. Omar sigue con las buenas decisiones; está vez las letras siguen a cargo de Moussa Al Mardood, que hace una especie de poesía popular en la que lo social se mezcla con lo amoroso, mientras que la música surge del tecladista Hasan Alon, quien ahora inserta la interpretación de saz (instrumento de cuerda turco). El álbum se conforma por 6 piezas que danzan sobre la misma senda de lo que hacen Acid Arab y Banco de Gaia. Lo ancestral de la cultura árabe permea en una propuesta absolutamente contemporánea.