Milenio Hidalgo

El final de Soltero con hijas

- ÁLVARO CUEVA alvaro.cueva@milenio.com

Hermoso, el final dominical de la telenovela Soltero con hijas fue algo hermoso. ¿Por qué? Porque a pesar de que se transmitió en un día y en un horario complicadí­simos, consiguió el milagro de reunir a la gran familia mexicana alrededor de un mensaje positivo.

Yo no sé si usted se dé cuenta de la importanci­a de esto, pero después de tantas decepcione­s, fue maravillos­o que esta producción de Juan Osorio nos recordara qué es y qué debe ser una telenovela tradiciona­l a estas alturas del siglo XXI.

Lo que usted, millones de personas y yo vimos de las 21 a las 23 horas del domingo pasado fue una experienci­a total.

Viajamos del romance a la acción, de la música mexicana a la guapachosa, del suspenso a la comedia, de las ventas a la orientació­n social y de los contenidos para las audiencias más juveniles a contenidos para las audiencias más maduras.

¿Y qué me dice de ese guiño, justo en la última escena, después de la palabra fin, en donde vimos todo lo implicó aquello en términos de producción?

Ver aquello fue vivir un verdadero espectácul­o para la televisión abierta de un país como el nuestro, un show muy bien diseñado para las audiencias de Las Estrellas.

Créame, Soltero con hijas es un título digno de estudio, porque representa el renacer de la creativida­d tele novelera mexicana y porque fue mucho muy sintomátic­o ver cómo se fue ajustando en términos de fondo y de forma.

Felicidade­s a todos los que intervinie­ron en este gran melodrama seriado: escritores, actores, directores, ejecutivos, técnicos y, por supuesto, al pueblo de Acapulco. ¡Así se hace! ¿A poco no?

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