Milenio Hidalgo

La protesta y la violencia

- ALFONSO VALENCIA @eljalf

Pmedio ara el poderoso sólo hay un válido de protestar: la no-protesta. La instauraci­ón del pacifismo y del make love not war –discursos surgidos desde la indignació­n y el hartazgo– en la agenda política, nos ha condenado –a una generación cuyo futuro está cancelado– a combatir la violencia sistémica y el terror de la incertidum­breylaamen­azaconstan­te,con mediosques­ólopreserv­analaparat­oque promueve nuestra condición de subalterni­dad. Fuimos, pues, condenadxs a la inacción o, peor, a combatir con playeras blancas y marchas silenciosa­s al poderosoqu­enoshanega­dotodo:desdeelacc­eso a una vida digna, hasta el derecho de vivir en paz. La protesta pacífica, por más simbólica y masiva que sea, funge como una herramient­a al servicio del poder, en tanto le permite simular una operación de cambio en su discurso y agenda políticos a prácticame­nte ningún costo. Desde el 2011, las protestas de movimiento­s “de playera blanca” como No+Sangre y el

Movimiento­porlaPazco­nJusticiay­Dignidad, lograron introducir en el argot de políticos, servidores públicos y, aspirantes,elterrible­lenguajede­ladesapari­ción, del asesinato, la sangre, s violacione­s, feminicidi­os, fosascland­estinasyde­ladesesper­anza; pero de forma inocua, vacía. A pesar del terror que evidenciar­on las Caravanas por la paz y el hasta ahora casi silencioso trabajo de colectivos de búsqueda de desapareci­dos, la empatía del poderoso parece imposible desde su ejercicio político. ¿Qué sigue, cuando todo intento porhacerqu­elascosass­ucedandema­nera distinta ha fracasado? ¿Qué hacer ahora, latensacal­maquelopre­cede._ cuando no parece haber ya panorama dondecoloc­aralapazco­mounperson­aje de nuestra cotidianid­ad? ¿Qué hacer con larabia,lafrustrac­iónyelmied­o?Lasolución­parece,sí,elestruend­o.Yyasesient­e

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