Milenio Hidalgo

Con zacahuil festejan a la gastronomí­a de los pueblos en Xochiatipa­n

- ELIZABETH HERNÁNDEZ

El zacahuil es un tamal especial y muy tradiciona­l en la huasteca hidalguens­e y es el platillo principal del Carnaval que se funde entre el baile, los disfraces, el folklor y la tradición de Xochiatipa­n, un municipio conformado por 21 mil personas y que se mantiene escondido entre los bellos paisajes de la Huasteca.

Sin embargo, la preparació­n de este alimento que se regala a los asistentes al Carnaval, es también parte de esta tradición dentro del municipio.

“Tradiciona­lmente, el zacahuil se preparaba sólo el último día del Carnaval, se prepararon 11 de ellos, por lo que se sacrificar­on tres puercos.

“A cada zacahuil le echamos 14 kilos de carne y usamos dos cuartillas de maiz, además de preparar el chile ancho, guajillo, manteca, entre otros ingredient­es secretos”, explica Carolina Bautista, quien sirve el alimento a un grupo de policías municipale­s que decidieron colocarse en la sombra para evitar el calor que abrazó al municipio la tarde de este martes.

Decenas de personas se dieron cita en la plaza principal de Xochiatipa­n, en donde las comparsas bailaron al ritmo de las bandas de dos comunidade­s que entraron en una inusitada competenci­a, tocar con mayor ánimo y más volumen en el tiempo de la celebració­n.

“Está es una tradición huasteca que le da una originalid­ad e identidad, por lo que año con año, familias completas acostumbra­n disfrazars­e, tener un momento de mucha alegría.

“Aquí hay una competenci­a de dos bandas de Tlamaya y del Centro, donde cada uno agrupa a tres barrios, y hay una competenci­a sana para ver quien puede traer la mejor banda de vientos,

quien agrupa más personas y esto termina hasta media noche”, indicó el presidente municipal, Manolo Gutiérrez Hernández, quien señaló que se invirtiero­n poco más de 100 mil pesos para organizar el Carnaval.

Mientras hombres disfrazado­s de mujeres exuberante­s, niños y niñas con trajes de payaso, algunos con máscaras de catrín o animales como tigres y leones, se dan paso a bailar al ritmo de la banda que no para de tocar, y los que gozaron el lunes pasado, de un concurso de disfraces, ofreciendo al ganador un premio de 4 mil pesos en efectivo.

El kiosko de la plaza principal fue vestido con banderines de colores, y las figuras de un diablo y la muerte, descansan en dos pilares del pequeño auditorio al aire libre, que forman parte de la Plaza.

Es ahí donde Heriberta Ramírez Hernandez reparte el zacahuil, envuelto en izote, “porque es un alimento muy tradiciona­l y es parte del Carnaval”, señaló mientras lo saboreaba.

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