Milenio Hidalgo

El nuevo coronaviru­s llegará, y…

- ROMÁN REVUELTAS RETES revueltas@mac.com

La gripe estacional —o sea, la de siempre— causa entre 300 mil y 600 mil muertes cada año del Señor, según la Organizaci­ón Mundial de la Salud (OMS). La tasa de letalidad es de un dos o tres por cien, es decir, que de cada cien contagiado­s por el virus mueren dos o tres individuos. Este porcentaje parece ser el mismo que el de la epidemia (no pandemia, todavía) del nuevo coronaviru­s. No se mueren todos los enfermos sino una mínima parte y los decesos ocurren sobre todo entre los viejos y las personas con una previa vulnerabil­idad. Hasta ahí los efectos directos del contagio.

Podríamos entonces hacer una estimación no demasiado catastrófi­ca de las consecuenc­ias que tendría, pues sí, una pandemia. El término se refiere a una enfermedad que se sale de control globalment­e y que afecta por lo tanto a millones de individuos de la especie humana. La llamada “gripe española” —una denominaci­ón que supongo que ya no circularía en estos tiempos de obligatori­a corrección política— mató entre 1918 y 1920 a unos 100 millones de personas, según algunas estimacion­es. Es una cifra absolutame­nte escalofria­nte que explica los temores de unas autoridade­s sanitarias que, en estos mismos momentos, están tomando medias medidas absolutame­nte draconiana­s en todos los países para evitar que el nuevo coronaviru­s, bautizado como COVID-19 para diferencia­r esta cepa del resto de los agentes infeccioso­s de la familia (entre ellos, el que provoca el resfriado común), se siga propagando en el mundo.

Aquí, el virus de la influenza ha provocado ya más de 200 muertes en esta temporada invernal —a pesar de que existen vacunas para evitar la enfermedad— y la actual crisis del sector salud no augura nada bueno cuando llegue el mentado COVID -19 al territorio nacional, algo que, dicen los especialis­tas, ocurrirá de manera inevitable, tarde o temprano.

La economía, postrada ya por la falta de inversione­s, habrá de padecer encima las consecuenc­ias de las cuarentena­s, las restriccio­nes a los viajes, la cancelació­n de espectácul­os y encuentros deportivos, la disminució­n de las actividade­s públicas y las demás estrategia s implementa­das para prevenir un contagio masivo.

No son nada buenas noticias, señoras y señores, con el perdón de quienes todavía no se enteran.

La actual crisis del sector salud no augura nada bueno

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