La falsa nave de los locos
E sta semana hemos asistido al medieval espectáculo en que un barco, en este caso un crucero italiano, es impedido de atracar en varios países del Caribe y también en Cozumel, porque el gobernador de Quintana Roo y la Secretaría de Salud federal suponen, sin mayor prueba que la conmoción por la epidemia que ya llegó a 40 naciones, que viene cargado de personas infectadas con el nuevo coronavirus. La nave de los locos versión siglo XXI.
En otra oportunidad hemos recordado a Michel Foucault, quien hace un recuento de aquellos días en que esos barcos fantasma llenos de leprosos surcaban las aguas europeas y en ningún puerto eran bienvenidos, solo para ser reemplazados tiempo después, los enfermos, por otros personajes dignos de novedosa estigmatización, discriminación y ostracismo: los locos. Bien, pues ha llegado un jugador inédito en la persona de los sospechosos de estar infectados con el Covid-19.
El episodio de Cozumel resultó en el papelón de que se impidió el desembarco y solo dos personas resultaron con afectaciones de salud por influenza común y corriente, pese a que desde la mañanera el Presidente habló en el sentido de permitir el desembarco y de apelar a una posición humanitaria. Nada conmovió a la capitanía de puerto y este día, de cumplirse la agenda, esta moderna aunque falsa nave de los locos partirá, esperemos que no como dicen los clásicos, con rumbo desconocido. Hay una posibilidad de que los pasajeros bajen unas horas a la isla, pero no más.
En el diccionario Merrian-Webster de lengua inglesa la definición de “cuarentena”, en su segunda acepción, remite a “un término durante el cual un barco que llega a puerto, sospechoso de portar enfermedades contagiosas, se mantiene aislado de la costa”, y en la cuarta entrada ilustra “un aislamiento forzado”, a diferencia de la Real Academia Española, que solo hasta el séptimo escalón incluye el “aislamiento preventivo a que se somete durante un periodo de tiempo, por razones sanitarias, a personas o animales”.
Palabra originada a partir del francés antiguo quarantaine y éste del latín quadraginta, siempre parte del simple significado de un periodo de cuarenta días, a tener en cuenta en estos agitados días de temores excesivos.
Solo dos resultaron con afectaciones por influenza común