Milenio Hidalgo

Los cínicos

- FERNANDO DEL COLLADO @fdelcollad­o

En el país de los cinismos, la falsedad es el carnet de identidad y la hipocresía la denominaci­ón de origen. Hay una realidad en vías de descomposi­ción y la gente se mueve en el engaño, la simulación, la doblez, el puritanism­o y la impostura. Nada detiene la expansión de los cínicos y a las militancia­s que los encubren.

En el país de los cínicos se pide, ceremonios­os, un minuto de silencio en memoria de los fallecidos por covid-19 (el tercer país con más número de muertos). En el colmo del cinismo se proclaman varias jornadas para su recuerdo y hasta se designa el tiempo exactode guardar. Alas 12 horas, ha ordenado el Presidente del país de los cinismos. Y todos, cínicos, nos alineamos. No ha faltado el llanto, el declinar la cabeza, el gesto puritano falsamente doliente. En los funcionari­os de turno, esas escenas de simulación son las más repetidas y extendidas en los medios. En el país de los cinismos nos convocamos sensible sal daño, mientras al salir alas calles lo hacemos sin cubrebocas: la más elemental de las medidas de protección y empatía para no dañar o contagiar al prójimo. El Presidente por delante.

En el país de los cinismos la furia nos estalla. Las conversaci­ones públicas están llenas de temerosos de que las cosas vayan a más pero, cínicament­e, no se la confronta ni se analiza. Todo lo contrario, a la realidad la rehuimos. O se le solapa. En el país de los cínicos, no faltan los jilgueros absolutist­as en sus razones y verdades justo en paralela sintonía con el régimen al que sirven. La negligenci­a gubernamen­tal como la violencia se recrudece mientras el enojo se excusa: “el pueblo está cansado”, “harto”, “no tiene expectativ­as”. En el país de los cinismos, la explicació­n tiene la doblez de una falsa justificac­ión con la sinceridad de la exaltación para dañar y eliminar al que se le teme y desprecia.

En la periferia de la ciudad, un asaltante que ingresa a una combi del transporte público es apabullado a golpes por los usuarios. El país entero, vía redes sociales, lo celebra, goza y aplaude. Nos sumamos al cinismo con festín. Es la normalidad en el país de los cinismos. El linchamien­to colectivo imaginado como un acto de justicia. El más primitivo de nuestros engaños al querer encubrir mucha de la barbarie de la que somos capaces de expresar. Pero en el linchamien­to mediático se induce a que se adopte con el cínico la misma actitud. Y cuando se trate de odiar, se ha de odiar al que desprecian todos y de la misma manera que todos. Como en una combi, el país se consolida cuando todos los componente­s viven una amenaza común. Por eso, el cinismo es un excelente nexo entre los miembros de un mismo territorio patrio. En este país, el cinismo se introduce en uno y nos parasita sin que haya forma de desalojarl­o.

En la Cámara de Diputados, sus integrante­s ya sin decoro se agitan, menean, solivianta­n. En la máxima tribuna del país de los cinismos, sus representa­ntes se dibujan solos. La palabra, como la política, es llevada al oprobio. Hay filtracion­es a los medios que denuncian la venta de legislador­es hasta por 5 millones de pesos para pasarse de una bancada a otra. Se quiere, cínicament­e, lograr una tercera mayoría para que pueda alcanzar la presidenci­a de la Mesa Directiva del Congreso uno de sus más señeros representa­ntes: Gerardo Fernández Noroña que, suelto de cinismo, hasta se promueve en un sondeo público.

En el país de los cinismos, el cínico, para seguirlo siendo, se exige antes que nada autodespre­cio.

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