Vestido para trolear
Joan Rivers fue pionera de las conquistas de género: comediante que —a la manera de esa Marvelous Mrs. Maisel de la que es inspiración— se atrevió a forjarse en los primeros 60 un lugar en el hasta entonces masculino coto del stand-up, primera mujer en encabezar un late-night en la televisión estadunidense. Un icono feminista. Valoración que no se contrapone con la etapa final de su carrera, en la que, en el hilarante programa de crítica de moda Fashion Police, se permitía afirmar que un vestido rojo lucido por Natalie Portman parecía “un coágulo” o que cierto escote exhibido por Demi Lovato separaba tanto sus senos “que solo pueden comunicarse entre sí vía Skype”.
Que Rivers no haya limitado sus mordaces sentencias a estrellas mujeres —de cierto traje plateado vestido por Matthew McConaughey diría que lo hacía ver “como termómetro rectal”— no hace sino subrayar lo obvio: que en la mofa al atavío de una figura pública puede haber crueldad pero, salvo que sus términos así lo expresen, no misoginia. Lo que me lleva a Daniel Ovadía.
Que el chef comparara un vestido lucido por la esposa del presidente de México con un flan puede ser juzgado divertidísimo y del mejor gusto, o zonzo y malora. Pero difícilmente puede ser interpretado como misógino, como hiciera una turba alevosa de tuiteros. Y, como en todos lados se cuecen habas —o se hornean flanes—, diré que igualmente oportunista e injusta fue la acusación de misoginia enarbolada por la senadora panista Alejandra Reynoso contra Hugo López- Gatell por responderle de manera airada —pero sin referencia alguna a su género— en el debate subsiguiente a su comparecencia en el Senado hace unos meses.
Cito el ejemplo justo porque quien me haya leído antes sabrá que el subsecretario es un actor cuyo desempeño objeto. Es legítimo cuestionar la actuación de un funcionario e incluso del gusto de los memes de un chef que es figura pública. Pero es inmoral esgrimir el argumento de misoginia para descalificarlos sin que conste violencia de género en sus dichos: el insulto no es a ellos; es a las tantas mujeres víctimas de violencia de género en el México de los feminicidios.
Es legítimo cuestionar a un funcionario, pero esgrimir para ello la misoginia...