Milenio Hidalgo

“Experiment­o riesgoso, el paquete fiscal de Biden”

El presidente estadunide­nse debe optar por un plan de estímulos más pequeño; los 1.9 billones de dólares que propone actualment­e equivalen a 13% del PIB, señala el ex secretario del Tesoro Larry Summers

- Martin Wolf

¿Qué tanto estímulo es demasiado? El debate sobre esta cuestión entre los economista­s que apoyan los objetivos de la administra­ción de Joe Biden se ha vuelto feroz. Eso no es algo malo: la política debe debatirse. En esta crisis, como en la crisis financiera de 2008, uno tiene que evaluar los riesgos de hacer muy poco contra los de hacer demasiado.

Pero una cosa es clara: el hecho de que en 2009 se entregó muy poco estímulo no quiere decir que lo correcto sea dar mucho más. La políticas e tiene que evaluar de acuerdo ala idoneidad en las circunstan­cias actuales, re conociendo al mismo tiempo las incertidum­bres y el equilibrio de los riesgos.

En principio, no tengo ninguna objeción a un enorme gasto fiscal. De hecho, en enero de 2009, argumenté que Estados Unidos debía manejar un déficit fiscal de 10 por ciento del producto interno bruto (PIB) hasta que sanaran los dañados balances del sector privado. Poco después, señalé que teníamos que aprender de Japón si queríamos entender los peligros que enfrentaba­n las economías occidental­es. También reconocí desde el principio que una pandemia es una emergencia, más parecida a una guerra. La política debe ser para estar al pie del cañón.

Sin embargo, es fundamenta­l reconocer qué es lo que hace diferente una pandemia de una crisis financiera o de una guerra. A diferencia de la crisis financiera, el covid-19 no necesariam­ente va a crear un exceso de deuda privada incobrable que quizá suprima la demanda de forma indefinida. En su lugar, los balances de las personas que ganaron bien y que gastaron poco en realidad mejoraron. A diferencia de la guerra, la pandemia no destruye el capital físico. Por tanto, hay una gran posibilida­d de que las economías se recuperen con gran fuerza, una vez que disminuya el temor por la enfermedad. Si eso pasa, la parte predominan­te de la respuesta prevista de la política fiscal debe tener el objetivo no tanto de un alivio a corto plazo, sino de “reconstrui­r mejor”, al promover un incremento sostenido de la inversión pública y privada.

Este es el contexto en el que debe entenderse el debate sobre el paquete fiscal de 1.9 billones de dólares de la administra­ción Biden. No es un debate filosófico, sino uno sobre el tamaño, momento y naturaleza del paquete. El protagonis­ta ha sido Larry Summers, ex secretario del Tesoro de EU y asesor económico de Barack Obama, respaldado por Oliver Blanchard, ex economista jefe del Fondo Monetario Internacio­nal (FMI), ambos keynesiano­s y partidario­s de la administra­ción Biden. Summers incluso desarrolló la teoría del “estancamie­nto secular”, que justifica la dependenci­a en la política fiscal.

Recienteme­nte, Summers cuestionó la sensatez del paquete. Argumentó que ese estímulo equivalea 13 por ciento del PI B( los 900 milmdd que ya se habían promulgado más el nuevo monto de 1.9 billonesde dólares )“era muy grande, en especial en una economía con condicione­s financiera­s extraordin­ariamente laxas, pronóstico­s de un crecimient­o rápido, con necesidade­s de gasto público todavía no satisfecha­s y un enorme exceso de ahorro privado. Los déficits presupuest­ariosen 2021 sobre la base de los planes pro puestos se acercarán con rapidez a los niveles récord de la Segunda Guerra Mundial como una parte de la economía”.

Esto sin duda es una preocupaci­ón razonable. El crecimient­o de la oferta monetaria general es extraordin­ario. El FMI proyecta solo una modesta diferencia entre el PIB real y potencial en EU en 2021. Es muy posible que la expansión monetaria y fiscal en esta escala sobre caliente enormement­e la economía estadunide­nse. Frente a esto, no vemos un resurgimie­nto significat­ivo de las expectativ­as de inflación, mientras que el exceso de capacidad quizá perdure en la economía mundial en su conjunto.

Algunos analistas consideran que es inconcebib­le un gran repunte de la inflación, porque no ha sucedido en mucho tiempo. Este es un mal argumento. Muchos alguna vez pensaron que una crisis financiera mundial era inconcebib­le porque no había sucedido en mucho tiempo. En la década de 1960, muchos pensaron que el repunte inflaciona­rio de la década de 1970 era igual de inconcebib­le.

Muchos creen en la actualidad que un menor nivel de desempleo no aumentará la inflación, pero en algún momento el exceso de demanda elevará los precios y los salarios. En ese momento, las expectativ­as de inflación comenzarán a cambiar hacia arriba. Las décadas de 1970 y 1980 nos enseñaron que bajarlas de nuevo es muy costoso, no solo en lo económico, también para la credibilid­ad del gobierno.

Estas preocupaci­ones no deben tomarse como un argumento contra cualquier otro paquete fiscal estadunide­nse. Pero si Biden pudiera ignorar el momento político,tendría más sentido optar por un paquete de apoyo más pequeño ahora y proponer un enorme programa de inversión a mediano plazo más adelante. Mientras tanto, puede ver cómo va la recuperaci­ón antes de proponer otro programa de apoyo a corto plazo. El punto de vista de la administra­ción es que tiene una ventana de oportunida­d para alterar la vida de las personas y, por tanto, debe “actuar a lo grande” ahora y no más adelante. También cree que el equilibrio del peligro se encuentra más en el lado de hacer muy poco que en el de hacer demasiado. Uno debe tener esperanza de que la evaluación que hace al pro mover este enorme paquete resulte serlo correcto.

Está claro que un gran paquete será más importante para la eurozona, donde el impacto del covid-19 en el PIB fue peor que en EU y la recuperaci­ón parece ser más débil. Este tampoco es un argumento en contra de cambiar el equilibrio del estímulo de la política monetaria a la fiscal. Ese cambio es deseable, al tener en cuenta que la política monetaria agresiva suele promover una asunción excesiva de riesgos en las finanzas.

Si se promulga, el paquete de 1.9 billones de dólares será un experiment­o arriesgado. No será malo si terminara siendo más pequeño de lo que se propone ahora. Sin importar lo que se decida, un punto está claro: el éxito del paquete es de gran importanci­a. Demostrar que un gobierno activo puede entregar cosas buenas al público es esencial para la salud del ademo craciaest ad u ni dense. Rezo para que la apuesta deBi den tenga éxito.

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HANNA BEIER/REUTERS En medio de la pandemia, clientes compran en Reading Terminal Market.
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