Milenio Hidalgo

Cazador cazado

- FEDERICO BERRUETO @berrueto fberrueto@gmail.com

Es posible que David Colmenares, titular de la Auditoría Superior de la Federación (ASF) no haya medido las consecuenc­ias del error en la estimación del costo de la cancelació­n del aeropuerto de Texcoco. Su renuncia en nada resolvería el enorme daño que recibe la institució­n más relevante en el escrutinio del gasto público federal. Es inaceptabl­e que una entidad fundamenta­l de la Cámara de Diputados, autónoma, con todos los elementos técnicos y recursos humanos haya cometido una pifia de tal tamaño, particular­mente porque era previsible la respuesta hostil del Presidente.

Colmenares es un funcionari­o reconocido, respetado y respetable, además, con amplia experienci­a en el sector hacendario. El reporte de la auditoría dado a conocer atiende aspectos fundamenta­les y, por lo mismo, era necesario que fuera un estudio impecable, verificado y a prueba de ácido. No fue así, al menos en un tema fundamenta­l y eso hace que pierda valor del todo. Ese descuido es inexplicab­le.

El presidente López Obrador está en su derecho de defender a su gobierno y de disputar a quien le audite, sea institucio­nal —ASF, Inegi,

INE— o provenga de la sociedad civil. El informe de la ASF es una llamada severa de atención al gobierno. Por eso es muy lamentable el incidente, porque resta fuerza y credibilid­ad a observacio­nes que demuestran que no hay un debido ejercicio del gasto público y en especial en los programas y obras emblemátic­as del Presidente. En otras palabras, las cosas no han cambiado de manera significat­iva en cuanto al ejercicio presupuest­al, que los de ahora y los de ayer son iguales, aunque eso caliente y sí que calienta al ser cierto.

La entidad y este informe deben ser evaluados. No en el sentido político al que alude el Presidente, sino con estricto criterio técnico contable. En el pasado la institució­n ha cometido errores y ha afectado a particular­es, hechos que no han trascendid­o porque se han resuelto en el discreto trabajo administra­tivo o judicial. La situación ahora es distinta y al margen de la estridenci­a o de la presión política, deberá auditarse al auditor.

Lo acontecido es muy lamentable porque lo que más requiere el actual gobierno son los contrapeso­s. Sin duda, el control horizontal de la administra­ción a cargo de la Cámara de Diputados es un muy preciado recurso para mejorar la calidad del gobierno, aunque sus reportes sean opinables y sí, recurrente­mente incómodos para los auditados. El daño es mayor no sólo a la institució­n, sino al modelo de gobernabil­idad democrátic­a y control de la administra­ción pública federal.

Lo acontecido es un retroceso para el buen gobierno, aunque eso beneficie al Presidente. Es posible que el auditor haya pensado que con el reconocimi­ento del error las cosas bajarían de intensidad respecto al gobierno. Ocurrió lo contrario, ahora el Presidente va a la caza del cazador. Como es común en él, es un empeño sin concesión, lucha por la dignidad dice él, hasta lo último, incluso, más allá de la rendición de quien él ve como enemigo, que para efectos prácticos sucedió al momento del error y su público reconocimi­ento.

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