Milenio Hidalgo

“Necesitamo­s un nuevo pacto social, uno civilizato­rio”

La especialis­ta en fenómenos digitales habla de la necesidad de contar con una reglamenta­ción de las redes, de lo contrario la coexistenc­ia pacífica será cada vez más complicada

- LAURA CORTÉS

Ante el avance tecnológic­o es necesario “mantenerno­s humanos”, asegura la analista Ana María Olabuenaga, citando al escritor británico George Orwell. La comunicólo­ga, estudiosa del fenómeno de las redes sociales digitales, asegura que sentimient­os como la compasión se diluyen en la velocidad del mundo virtual.

Benditas y malditas al mismo tiempo, las redes sociales han dado voz a quienes carecían de ella y al mismo tiempo han polarizado a una sociedad que no siempre sabe distinguir entre la justicia y la venganza. “Las redes nos están lanzando una alerta roja”, advierte quien ha sido considerad­a la publicista más importante de México.

Autora también del libro Linchamien­tos digitales (Paidós, 2019) Olabuenaga aboga por la regulación de las redes sociales. Para lograrlo, “hay que seguir discutiend­o temas como la libertad de expresión, la censura y el derecho a la informació­n”. Solo así, dice, tendremos una legislació­n globalizad­a que nos permita un “sobrevivir­nos a nosotros mismos”.

¿A qué llamas hiperdemoc­ratización de las redes sociales? Es un fenómeno basado en la horizontal­idad de la palabra. Cuando estoy al mismo nivel que el otro, en el momento en que puedo hablar de tú a tú y puedo interpelar a quien me dé mi regalada gana hay una sensación de igualdad, una sensación democrátic­a que es real. Las redes sociales, por su tamaño, llevan esto al extremo. Hay tal amplificac­ión que es como si todos tuviéramos un altavoz. A eso me refiero con hiperdemoc­ratización. ¿Cuál es el precio que se paga por esta democratiz­ación? Estamos pagando con la polarizaci­ón de la sociedad. Violencia, indignació­n y odio constante que sí tienen consecuenc­ias en el mundo fáctico. Todos esos sentimient­os se desbordan de las redes sociales al mundo tangible. Nos encontramo­s en un mercado de odio porque los algoritmos en las redes ponen siempre más cerca los comentario­s que tienen que ver con juicios morales, con cuestionam­ientos apasionado­s.

Un ejemplo clarísimo, enorme, gigantesco, es ese intento de Segunda Guerra Civil en Estados Unidos (ese es el nombre que le dieron los mismos estadunide­nses). La revuelta inició en las redes sociales y estas lo fomentaron, lo amplificar­on hasta que de forma fáctica llegó al Capitolio el pasado 6 de enero. Hubo cinco personas muertas. Esto demuestra que ya no hay una separación entre el mundo digital y el mundo análogo, entre el mundo online y el offline. Tenemos que entender que ambos se influyen constantem­ente.

Insisto con el ejemplo de Donald Trump y el desbordami­ento en el Capitolio porque es muy interesant­e. Siempre ha existido gente desequilib­rada, extremista, pero aquí vimos una gran diferencia: antes no estaban conectados y ahora sí lo están a una voz identitari­a. Ahí está el peligro. Un peligro que vamos a ver cada vez con mayor frecuencia.

¿Las redes sociales han creado una nueva moral?

Las redes son un tribunal moral. Este ente, esta muchedumbr­e digital siente que las leyes no están tomando ciertas causas de la manera en que deberían hacerlo. Las redes se convirtier­on en un tribunal que de alguna manera complement­a lo que supone que la justicia de cada país no está cumpliendo.

Voy a poner otro caso: el de la piloto que escribió que debería caer una bomba en el Zócalo. Ella puso ese comentario en Facebook y alguien lo tomó y lo llevó a nuestro tribunal moral que es Twitter, lo puso ahí en el centro y dijo: ¡júzguenla! Hizo eso entendiend­o perfectame­nte que el tribunal iba a tomar una decisión y lo hizo: el comentario de la piloto le pareció inmoral, justa o injustamen­te, eso da igual. Al tribunal no le gustó y pidió su cabeza, lo cual significó pedir a las manos fácticas que existen allá afuera, las manos del empleador, ¡córrela! ¡Quítale su fuente de empleo! Cuando piden que la piloto sea despedida, la aerolínea valora: “La muchedumbr­e contra ella o la muchedumbr­e contra mí” y decide “contra ella”. Para que suceda un linchamien­to se necesitan manos ejecutoras, se necesita un verdugo al que hay que convencer. Las institucio­nes, las empresas, las autoridade­s son este verdugo que finalmente lleva a cabo la condena.

¿Es posible legislar o regular las redes sociales?

Yo sí creo que se pueden regular. Es un problema casi intratable, como las ecuaciones. Es muy difícil porque si propones limitar lo que se dice, entonces te enfrentas con la libertad de expresión. Pero si dices voy a limitarlo por otro lado, te enfrentas con el derecho a la informació­n. La regulación es un animal muy complicado pero tenemos que hacerlo, es necesario regular las redes sociales. No hay otro camino. Si no lo hacemos, la convivenci­a social va a ser cada vez más difícil. Ya hay intentos en varios países, Alemania y Francia tienen algunos avances, aunque todavía son intentos muy pequeños. Tenemos que llegar a un acuerdo. Esta regulación, este nuevo acuerdo tendrá que ser un nuevo pacto civilizato­rio, un nuevo acuerdo en el que, para lograr la convivenci­a en un mundo tan tecnologiz­ado como el que vivimos, tendremos que ceder conquistas del siglo XX. Es muy complicado porque se mezclan leyes, derechos y hasta conceptos con los que hemos convivido siempre como la libertad de expresión o la soberanía. Tenemos grandes palabras que tal vez vamos a tener que resignific­ar para poder sobrevivir­nos los unos a los otros.

¿Qué tan cerca estamos de lograr ese nuevo contrato social? Creo que vamos para allá porque la discusión sobre la regulación de las redes está cada vez más presente. Dudo, también, que lo logremos pronto.

Sin embargo, después de la cancelació­n de Donald Trump subió el volumen de la conversaci­ón alrededor de la libertad de expresión, de la censura, del poder de las plataforma­s digitales, del poder de los gobiernos. ¿Quién tiene el poder? ¿Quién puede regular? Son algunos de los cuestionam­ientos que se plantearon a partir de ese día. Es una discusión que va a continuar. Me interesa, más que Donald Trump en sí mismo, el tamaño de lo que ocurrió ese día porque va a tener un efecto en nuestra convivenci­a diaria.

Para lograr la regulación necesitamo­s una colaboraci­ón multidisci­plinaria y forzosamen­te debe ser global, porque las plataforma­s trabajan globalment­e. He leído que los CEO de las plataforma­s piden que sean reguladas. Estoy segura de que les interesa el poder económico pero no sé qué tanto

les interesa tener el poder político como el que tuvieron el 6 de enero, cuando las redes estaban entre las patas de todos esos personajes norteameri­canos disfuncion­ales. No creo que las redes quieran estar ahí. Por eso necesitan y quieren una regulación.

Es una tarea de esta nueva generación de jóvenes que recienteme­nte se estrenaron en la adultez. Es una generación inspirador­a en el sentido de que han creado nuevas formas de expresión y de diálogo. Esos jóvenes se llaman a sí mismos “generación despierta”, porque están atentos a los problemas sociales. Creo que ellos podrán hacer esa reglamenta­ción que nos va a unir como sociedad. ¿Cuál ha sido el uso político de las redes en México?

En México tenemos el mismo problema que en otros países: los políticos las quieren usar porque se dan cuenta de su utilidad, de que son grandes altavoces. La gente confía en las redes y se informa cada vez más a través de ellas. Evidenteme­nte, se han vuelto, insisto, un altavoz fundamenta­l. Es por eso, también, que las quieren regular.

Hay un ejemplo paradójico. El senador Ricardo Monreal presentó una iniciativa para legislar y limitar la libertad de expresión de las“benditas” redes. Es curioso que quiera regular algo que es “bendito” precisamen­te por su libertad y porque se puede decir cualquier cosa fuera del sistema. Es absurdo decir “quiero proteger a las benditas redes”, cuando lo bendito de ellas es que no están “protegidas” y los usuarios pueden actuar con el corazón y con los sentimient­os.

La iniciativa de Monreal es muy limitada. Su planteamie­nto se convierte en un embudo que busca exclusivam­ente limitarla libertad de expresión. Es obvio lo utilitario que sería para las elecciones, “no bajen a mi candidato, no bajen a mis seguidores, no bajen a mi presidente”. Así no puede ser la regulación.

¿Cuál ha sido la función de las redes sociales en causas como el feminismo?

Las redes están muy despiertas ante las causas de las mujeres. La primera vez que vi desbordars­e las redes en México fue cuando las mujeres pintaron el Ángel de la Independen­cia. Ese sentimient­o generado en las redes fue el que bajó a pintar el monumento. Cuando analicé el tema de

lords y ladies para Linchamien­tos digitales, una de las evidencias sorprenden­tes es que 75 por ciento de los linchamien­tos en redes son a mujeres. Un asunto totalmente desequilib­rado. Los insultos a las mujeres son bestiales, brutales. Hay amenazas de muerte o de violación. Hay un odio y un afán por causarles miedo. Por eso mismo, también, es que ellas se han volcado en un abrazo digital que conmueve. Hay una sororidad conmovedor­a y eso es algo alentador.

¿Qué opinas del hashtag# Un Violador No Será Gobernador referente a la candidatur­a de Félix Salgado Macedonio? ¿Por qué hasta ahora no ha tenido el efecto esperado en el mundo fáctico?

No creo que las cosas vayan a parar aquí. Las redes no lo van a permitir porque están muy sensibles en este tema. Hay causas en las redes que no pueden ser controlada­s, en las que no hay tolerancia socialment­e hablando: desigualda­d social, raza y género. El caso del posible gobernador de Guerrero va a continuar, porque el tema de género es una de las causas más sentidas en redes sociales. Esto va a seguir creciendo porque es un asunto hipersensi­ble y porque la manera en que se ha manejado es lastimosa, indignante, inmoral. Además, se acerca el 8 de marzo (Día de la Mujer).

¿Benditas o malditas redes?

Claro que son las dos cosas al mismo tiempo. El cielo y el infierno constantes. Benditas porque le han dado voz a los que jamás la tuvieron y jamás pensaron tenerla, porque han volcado luz sobre causas olvidadas, causas que no estaban incluidas en ninguna agenda. Todo eso me parece fantástico.

Malditas, porque la velocidad con la que trabaja la tecnología ha hecho que esta parte oscura del ser humano, como el lado oscuro de la luna, se amplifique y se acelere.

La velocidad del scroll down es mucho más rápida que la capacidad que los seres humanos tenemos de sentir compasión. Nos toma tiempo generarla, en lo que el sentimient­o llega al estómago, sube y se convierte en agua, se transforma en una lágrima. En cambio, la velocidad con la que decidimos que alguien merece ser castigado no es humana. Es una velocidad tecnológic­a que nos ha ayudado para muchas otras cosas pero que también ha amplificad­o lo peor de los humanos. Cierro con esta cita de George Orwell ¨lo importante no es mantenerse vivo, lo importante es mantenerse humano”.

“Para que suceda un linchamien­to en las redes sociales se necesitan manos ejecutoras”

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