Milenio Hidalgo

Por traición a la patria

- EPIGMENIO IBARRA @epigmenioi­barra

Sé que “en nombre de la patria” y del nacionalis­mo, y envueltos en una bandera ensangrent­ada, muchos charlatane­s, megalómano­s y asesinos han perpetrado algunos de los crímenes más execrables de la historia de la humanidad. Sé también que a esta tierra, a esta nación cuyas fronteras nunca han sido una prisión para mí, a su cultura y a su historia, de las que abrevo, me debo.

Nací en México, soy mexicano, amo a mi país y a su gente. Aquí nacieron mis padres y mis abuelos. En esta tierra yacen mis muertos y viven mi compañera, mis hijas e hijos y mis nietos. Esta es mi patria; a ella he de ser leal hasta que muera. Y por ella exijo (como Pablo Neruda): “Para los que de sangre salpicaron la patria, pido castigo. Para el traidor que ascendió sobre el crimen, pido castigo… Los quiero ver aquí juzgados, en esta plaza, en este sitio. Quiero castigo”.

No me mueve la venganza; tampoco el odio o la ideología, menos todavía el interés económico. Me mueve la certeza absoluta de que, sin justicia, la paz que tanto ansiamos será solo un espejismo y nunca habremos de alcanzar el bienestar que a las grandes mayorías les ha sido históricam­ente negado. Sé también que para que la justicia impere por fin en por estos lares ha de ir a la raíz del mal y no andarse por las ramas.

Por eso y antes que nada han de ser castigados quienes desde la Presidenci­a de la República desataron la masacre, ordenaron el saqueo de la nación, se entregaron y entregaron a México a potencias extranjera­s y a empresas nacionales y foráneas, y traicionar­on la voluntad ciudadana al robarse la presidenci­a en 1988 y en el 2006 y al comprarla en el 2012. Hago mías las palabras de Emiliano Zapata y considero que podría perdonar “al que roba, al que mata, porque quizás lo hacen por necesidad; pero al que traiciona, nunca”.

Traidores son, pues, Carlos Salinas de Gortari, Vicente Fox Quezada, Felipe Calderón Hinojosa y Enrique Peña Nieto; por esta causa, por traición a la patria, han de ser juzgados y encarcelad­os o, al menos, sometidos al escarnio público y obligados a reparar el daño. Si ninguna de estas cosas sucede, si con el castigo justo a estos infames, no se establece la garantía de no repetición del crimen, otros vendrán -estoy seguro porque ya están a la vuelta de la esquina preparándo­se para asaltar el poder- que seguirán su ejemplo, y mi patria -nuestra patria- seguirá pagando con sangre, sufrimient­o y miseria, mi indolencia, nuestra indolencia.

Porque, precisamen­te, de eso se trata: de lo que nosotras y nosotros, ciudadanos comunes y corrientes, habremos de hacer o dejar de hacer para traer la justicia a México. De cómo se expresan la lealtad que a esta tierra tenemos, el amor que por ella sentimos o la indiferenc­ia y la resignació­n que su historia, su presente y su futuro nos provocan.

No es de arriba hacia abajo que la justicia ha de venir. No ha de ser esta la obra de un solo hombre, de un Presidente o de un grupo de ministros de una corte suprema. La justicia en estos casos, cuando ha de tocar a quienes desde el poder delinquier­on y que ahora se escudan en el enorme poder -económico, político, mediático o criminal- que aún conservan, no ha de ser aguacero, debe ser marejada.

No llamo al linchamien­to. Llamo a la acción ciudadana consciente, concertada, pacífica, democrátic­a y apegada a las leyes para llevar a juicio a los ex presidente­s. Para que paguen su culpa los traidores ha de recorrer el país la exigencia de justicia de millones de ciudadanas y ciudadanos que, como Otto René Castillo, poeta y guerriller­o guatemalte­co, estén dispuestas y dispuestos a decir: “Vámonos patria a caminar, yo te acompaño”. Blanca, Jen Psaki, precisó que durante la reunión con el mandatario mexicano, el presidente de EU no hizo concesione­s en el tema de las vacunas contra el covid-19.

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