Aunque eso indigne
Un accidente, si se quiere ver así, y la mayor movilización social cumplen un año. La pandemia y el reclamo de las mujeres contra un sistema cómplice y complaciente en cuanto a la violencia a la mujer. Un año en el que nada hay que celebrar. México como el peor ejemplo en la gestión institucional de la pandemia y un retroceso en la de por sí adversa situación de las mujeres. Para rematar, un presunto depredador sexual senador y candidato al gobierno de Guerrero con la abierta protección presidencial.
Si algo se debe aprender de estos dos años es que la política excede el estrecho cauce institucional. El espacio del poder está en la conformación de sujetos complacientes respecto a su propia opresión. Una propuesta que seduce hasta a los más refinados a partir de las intenciones. Los resultados no importan, son irrelevantes ante la memoria del régimen corrupto del pasado. El poder en control de la información y la inexistencia de un debate público sobre los temas fundamentales.
No puede haber debate si quien ostenta la mayor responsabilidad pública descalifica al independiente, ya no se diga a quien disiente. Todo pasa por el tamiz de guerra en todos los frentes, sin concesiones, exigiendo a propios y extraños total y absoluto sometimiento; lo demás es traición, participar de la causa de los enemigos de la patria. Plantar cara ante lo impresentable del candidato a Guerrero o exigir respeto a la dignidad de la mujer se torna conspiración de los enemigos del pueblo.
Una sociedad indefensa ante el abuso del poder. Ahora más que siempre se advierte que la libertad de expresión está condicionada por el cauce empresarial sobre la que fluye. Posturas aisladas de resistencia poca fuerza tienen ante una sociedad desinformada, sujeta cotidianamente a la manipulación por la propaganda del poder; una oposición y grupos relevantes sometidos al silencio por miedo o culpa. Los resultados son desastrosos en cualquiera de los frentes. La pandemia no da ni para una contabilidad razonablemente confiable de los fallecimientos. Los otros datos se imponen porque más valen las intenciones que la penosa realidad.
La pandemia frenó la movilización callejera de mujeres aguerridas, resueltas a exhibir las heridas por un sistema opresivo a su condición. Una lucha desesperada por la dignidad y el derecho a la vida. El Presidente reclama el monopolio de la indignación de acuerdo a sus intereses, tiempos y prioridades. Por eso las rechaza.
El sentido libertario, genuinamente social e independiente de la lucha de las mujeres contra el poder que las somete, lastima y reprime se contrapone a la lógica presidencial, como coludida con el enemigo, como se muestra en el caso de Guerrero. De poco o nada sirve un gabinete paritario o que por primera vez haya una dama en Gobernación o muchas en los poderes públicos. De lo que se trata es de luchar contra el sistema opresor, violento y machista. En eso, como en muchas otras cosas no hay cambio, los de ahora son iguales que los de ayer, aunque eso indigne y sí que indigna.
El Presidente reclama el monopolio de la irritación según sus intereses, tiempos y prioridades