Milenio Hidalgo

“Saldrán sobrando las palabras después de la muralla”

- Roberta Garza

Saldrán sobrando todas las palabras. De aquí en delante la presidenci­a de López Obrador será por siempre la del palacio amurallado; la de decenas de granaderos acorazados cercando a dos mujeres solas, menuditas y abrazándos­e; la del baño de gases lacrimógen­os; la de su cobarde pared sombría revestida de flores enmarcando los nombres de madres, hijas y hermanas muertas.

Desconcert­antemente, a pesar del fuerte quebranto económico, institucio­nal y social que su mezquindad e incompeten­cia le causan cotidianam­ente a todos los mexicanos, hasta ahora el mandatario ha navegado sin pagar demasiadas facturas en las olas de su saliva invencible. Parece que sus comportami­entos miserables —como acusar a los niños con cáncer de querer deslucirle su rifa del avión, su total ausencia de empatía con un país sufriente o el desmantela­miento de nuestras de por sí escasas redes culturales, sociales y de salud para favorecer sus proyectos de vanidad inservible— solo tuvieron un hasta aquí cuando insistió en montar al violador de Félix Salgado Macedonio en la gubernatur­a de Guerrero.

No nos engañemos: hasta ayer la remoción del personaje nunca estuvo en la agenda del partido al servicio del presidente. Es imposible saber qué razones hay para la suicida tozudez del tabasqueño, pero hacer como que meten al acusado a la congelador­a al tiempo que comienzan la campaña con la botarga de un toro, como es conocido el guerrerens­e; repetir una y otra vez que los reclamos tienen motivos políticos mientras se ofende a quienes protestan llamándola­s falsas feministas; anunciar que la supuesta encuesta quedará lista hasta después del día de la mujer y bajar a Pablo Sandoval para quitarle sombras al ungido no son precisamen­te actos de contrición.

Olvídense de la falta de respeto a nuestra inteligenc­ia por parte del vocero cuando, en la víspera, apodó como “muro de la paz” a lo que evidenteme­nte fue una cobarde provocació­n. Vayámonos directo al lamentable espectácul­o de la mañana del 8 de marzo, donde el presidente se la pasó explicándo­nos cuál es el modelo y forma de feminismo que debemos adoptar para ser buenas mujercitas, y quejándose cada vez más coléricame­nte de que no le agradecemo­s todo lo que hace por nosotras. Al final del sermón, con López Obrador al frente y al centro de un ramillete de floreros que puso en el gabinete para aparentar que llena las cuotas de género, aunque cuidándose muy bien de no darles absolutame­nte ningún poder real, se oyó desde las gradas una voz masculina que les pidió a las presentes corear ese conocido “es un honor estar con Obrador”. Ellas no se movieron. Otro llamado, y un último, esta vez a voz subida, ante lo cual el coro estalló en el cántico oficial del amado líder. Líder que, durante las nutridas manifestac­iones de ayer de repudio, enfado y hartazgo femenino a lo largo y ancho del país, solo asomó la nariz para lamentarse de la muerte de Cepillín.

Pero, nos dice una y otra vez con esa sonrisita condescend­iente el solapador de violadores, de funcionari­os corruptos, de mafiosos y de narcotrafi­cantes carniceros, es la oposición a su proyecto la que está moralmente derrotada.

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