Milenio Hidalgo

“Mi país, el de las 45 violadas y 10 asesinadas al día”

- Elisa Alanís

Se acabó el Día Internacio­nal de la Mujer y las pandemias, amenazante­s, parten el alma. En medio del covid-19, que se lleva a seres queridos, continúa imparable el horror que azota a niñas, adolescent­es, jóvenes y adultas: la otra pandemia, reconocida así por la ONU, la de las violencias contra mujeres.

Basta revisar los mensajes de ayer en redes sociales, los discursos de gobernante­s, los debates, los tuits, como el de

Félix Salgado Macedonio, para vislumbrar el larguísimo camino que aún debemos recorrer.

México es uno de los lugares en donde la enfermedad del odio hacia ellas anidó y se insertó de manera inclemente. La nación donde nací se convirtió en tierra fértil para la esclavitud sexual. Es un gran negocio, solo superado por el tráfico de drogas.

En mi país, cerca de 45 mujeres son violadas al día y más de 10, asesinadas. Las cifras son inciertas, pues las atroces agresiones se dan en el sofocado grito de lo privado; en mayor medida, en el espacio que debería ser el sitio más seguro: el hogar, la familia, los parientes, los conocidos.

Romper el silencio y el pacto patriarcal significa sumarnos, hombres y mujeres, a esta lucha de décadas. Es honrar la memoria de aquellas que pagaron un precio muy alto por querer cambiar la aterradora realidad y no abandonar a quienes son discrimina­das, hostigadas, golpeadas, ultrajadas.

Hoy, un día después del 8M, no hay tantas voces de mujeres en los periódicos ni en puestos de toma de decisión ni en conferenci­as mañaneras, repletas de su presencia.

Pero se sembraron flores, se colocaron cruces, se encendiero­n veladoras en la valla donde quedaron los nombres de miles, apenas algunas, de personas víctimas de feminicidi­o. El frío metal, convertido en conmovedor memorial.

Se colocó la “Anti-Monumenta” en ese “Muro de Palacio” que separó el grito de madres, amigas, hermanas, hijas, hijos, colegas —exigiendo “ni una más”— del discurso del poder misógino que se observa a sí mismo y se reafirma en la propaganda del vandalismo y del enemigo externo.

Pongamos, pues, la mirada en lo urgente.

En México, la fuerza que se gesta es directamen­te proporcion­al al dolor.

En mi país están sucediendo cosas importante­s, en el día después.

Romper el silencio significa sumarnos a esta lucha de décadas

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