Milenio Hidalgo

La ciudad se pinta de morado por el 8M

Con cubrebocas y caretas, las mujeres se dieron cita en el Monumento a la Revolución y en la Estela de Luz para marchar hasta la Plaza de la Constituci­ón y exigir un alto a la violencia de género

- AZUCENA RANGEL Y KENIA HERNÁNDEZ

Centenares de mujeres volvieron a las calles para exigir justicia, pero esta vez con cubrebocas y caretas. En el ambiente de la protesta estaba el temor por contagiars­e de covid-19, pese a todo mostraron una vez más que el feminismo tiene la fortaleza para liderar la lucha por la igualdad.

Madres con sus hijas, abuelas, estudiante­s y maestras llegaron al Monumento a la Revolución y a la Estela de Luz para de ahí dirigirse al Zócalo capitalino, donde antes habían convertido el cerco metálico que rodea Palacio Nacional en un memorial sobre las víctimas de feminicidi­o. El motivo que alentó las multitudin­arias movilizaci­ones de los últimos años permanece: la violencia de género que silencia a 10 mujeres cada día en el país, sin que nadie haga algo por ultimarlo.

Desde temprano, la ciudad amurallada se tiñó de morado por las jacarandas que florecían junto a las 25 mujeres que dejaron pintado sobre la Plaza de la República las consignas “Vivas, Libres, Juntas”. Todas dándose consejos de seguridad por si eran encapsulad­as por las más de 2 mil policías de la Secretaría de Seguridad Ciudadana (SSC).

Pese a que hasta la tarde se esperaba la presencia de contingent­es frente a Palacio Nacional, en punto de las 9 de la mañana alrededor de 500 mujeres de al menos

Entre cantos y consignas, manifestan­tes avanzaron hasta la valla de Palacio.

tres colectivos se dieron cita para exigir derechos como trabajador­as del campo, pidiendo visibiliza­r a este sector como parte de la lucha feminista.

En punto de las 2 de la tarde partió el primer contingent­e y, pese a que habían integrante­s del bloque negro, no hubo destrozos a inmuebles de ningún tipo; únicamente se realizaron pintas en algunas paredes de la avenida Juárez mientras eran resguardad­as por la policía.

A diferencia de otros años, las calles no estaban completame­nte inundada de mujeres, pues muchas optaron por manifestar­se en redes sociales.

Ni el gas, ni las vallas fueron suficiente­s para detenerlas. Contrario al intento de los policías por contenerla­s tras su llegada al Zócalo, el “muro de la paz”, como

fue llamado por el Presidente, no resistió y por más de dos horas las mujeres intentaron traspasar la parte que lograron derribar.

Frases como “Ni Una Más” o “Presidente rompa el Pacto” se entonaron desde el principio hasta el final de la marcha; algunas asistentes se encontraba­n encapuchad­as, mientras que otras únicamente portaban pañuelos verdes o morados, pero el grito de justicia resonaba desde la avenida 5 de Mayo hasta el muro metálico, instalado de calle Corregidor­a a Moneda.

En una de las movilizaci­ones convocadas por al menos 20 organizaci­ones feministas como Pan y Rosas, se encontraba Sandra Mercado Sánchez quien, con dolor, sostenía una manta con el nombre de su hija Ramona Ramos Mercado, desapareci­da desde el 11 de septiembre de 2017.

“Vengo a exigir al gobierno que haga las investigac­iones correspond­ientes en el caso de mi hija, desapareci­da en 2017 en Silao, Guanajuato”, reclamó la mujer, quien portaba una playera y cubrebocas con el rostro de su ahora, búsqueda incesante.

Otra historia que acaparó las miradas de las más de 3 mil asistentes fue de la subtenient­e Susana Sayas García, pues a dos años de su muerte en la base militar del 37 Batallón de Infantería de Villahermo­sa, Tabasco, sus familiares siguen exigiendo justicia.

Su familia, que caminaba sobre Reforma con la leyenda “La Sedena dijo que fue un intento de suicidio, pero las pruebas demuestran lo contrario”, impreso en una lona, relató que el 8 de marzo de 2019 Susana ingresó a las instalacio­nes del batallón y, a los pocos minutos, recibió un disparo en la cabeza; la mujer, quien prefirió mantenerse en el anonimato, con la mirada perdida en busca de justicia, relató que el caso fue cerrado con ese criterio.

Aunque la ausencia de las 80 mil mujeres del año pasado fue notoria, la sororidad reflejó su combate a la indiferenc­ia. Entre aplausos, brincos, ruido y cantos, distintas mujeres aprovechar­on el escenario para tomarse fotos, descansar y compartir algunos de sus alimentos.

Frases como “Presidente rompa el pacto” fueron lanzadas por las asistentes

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ARIEL OJEDA

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