Querido Cepillín:
Recibo con profundo dolor la noticia de tu muerte. Como sabes, yo fui niño Cepillín. Me tocó ver tu debutenelviejoCanal12deMonterrey, hoy Multimedios Televisión,ynotienesunaideadelofantástico que era verte todas las tardes en aquel humilde televisor en blanco y negro.
Sí, los regiomontanos amamos a los payasos y en aquel entonces había muchos en todos los canales, pero ninguno como tú. Tú eras diferente. Tú cantabas, bai- labas, dibujabas, tocabas el acordeón, hacías trucos de magia, nos hablabas de cosas interesantísimas y hasta tenías un muñeco de ventrílocuo llamado Pillín.
Tú eres parte fundamental de la cultura popular mexicana y de la cultura popular infantil de México y de toda América Latina. Tú eres alguien querido y respetado. Tu rostro es tan icónico como las máscaras de nuestros luchadores. Eres un orgullo de Monterrey, un orgullo de México. ¿Y sabes qué? Nunca te rendiste. Tu historia de vida es fabulosa. Viviste lo mejor y lo peor. Conociste la salud y la enfermedad, la riqueza y la pobreza.
Y siempre fuiste lo suficiente
mente humilde para comenzar de nuevo, para regresar al terruño y renacer convertido en influencer, en luchador, en lo que fuera con tal de llevarle un poco de felicidad a las multitudes.
¡Gracias! ¡Gracias por todo lo que nos diste! ¡Gracias por lo que nos enseñaste! ¡Por lo que nos dejaste! ¡Que Dios te bendiga allá donde estás! Te aplaudo como te aplaudía cuando era niño. Te aplaudo a través de una pantalla donde estás en blanco y negro, joven, elástico, hermoso y te canto: “En la feria de Cepillín, me encontré un acordeón. Bum-bum el acordeón…”, Álvaro Cueva.