Nuestras mujeres incomodan al poder
El Zócalo, según parece, ya no es de todos los mexicanos. Gran teatro de coronaciones republicanas, tribuna reservada a los denostadores del neoliberalismo, ágora incautada por los izquierdosos de este país y escenario habitual de violencias toleradas por el poder local (no merecen, al serles discrecionalmente atribuida una magnánima dispensa porque se derivan de “causas legítimas”, la intervención de la fuerza pública, así fuere para salvaguardar el patrimonio arquitectónico de la nación) en estos momentos se ha trasmutado en una suerte de espacio prohibido, un territorio cerrado a (ciertas) protestas sociales justamente porque no cuentan con la oportuna, e interesada, certificación del régimen de la 4T.
Al final, las bravas mujeres lograron penetrar en el sagrado recinto (parecía, en un primer momento, que les cerraban el paso o, por lo menos, circularon en la red imágenes de una valla colocada al final de la calle Madero, por no hablar del pequeño grupo que estuvo rodeado de agentes policiacos durante más de tres horas en las inmediaciones de la estación Hidalgo del metro) y hasta derribaron a la torera algunas secciones del muro que mandaron erigir nuestros supremos gobernantes preocupados, ahora sí, de que los actos de vandalismo dejaran indelebles huellas en la venerable cantera del palacio presidencial.
Pero, caramba, ¿qué pasa con este movimiento de mujeres? O sea, ¿por qué les toca a ellas ser reprimidas mientras que otros colectivos y gremios arman manifestaciones a su antojo? ¿Son acaso demasiado violentas o excesivamente rudas? ¿No es entendible —ni aceptable para el Gobierno de la República— su furia ante la escalofriante violencia que sobrellevan a lo largo y ancho del territorio patrio? ¿No las matan todos los días? ¿No las violan impunemente o, mejor dicho, tan impunemente que un sujeto acusado de violación ha sido alegremente postulado por el partido oficial para ser gobernador de una de las entidades de nuestra Federación? ¿No son constantemente hostigadas en las calles y vejadas en el ámbito laboral? ¿No tendrían que expresar su absoluta inconformidad ante la inacción de unas autoridades tan indiferentes como insensibles, aparte de incapaces?
Algo tienen, nuestras mujeres, que no gusta nada en las alturas.
¿No tendrían que expresar su absoluta inconformidad ante la inacción de las autoridades?