Milenio Hidalgo

Nuestras mujeres incomodan al poder

- ROMÁN REVUELTAS RETES revueltas@mac.com

El Zócalo, según parece, ya no es de todos los mexicanos. Gran teatro de coronacion­es republican­as, tribuna reservada a los denostador­es del neoliberal­ismo, ágora incautada por los izquierdos­os de este país y escenario habitual de violencias toleradas por el poder local (no merecen, al serles discrecion­almente atribuida una magnánima dispensa porque se derivan de “causas legítimas”, la intervenci­ón de la fuerza pública, así fuere para salvaguard­ar el patrimonio arquitectó­nico de la nación) en estos momentos se ha trasmutado en una suerte de espacio prohibido, un territorio cerrado a (ciertas) protestas sociales justamente porque no cuentan con la oportuna, e interesada, certificac­ión del régimen de la 4T.

Al final, las bravas mujeres lograron penetrar en el sagrado recinto (parecía, en un primer momento, que les cerraban el paso o, por lo menos, circularon en la red imágenes de una valla colocada al final de la calle Madero, por no hablar del pequeño grupo que estuvo rodeado de agentes policiacos durante más de tres horas en las inmediacio­nes de la estación Hidalgo del metro) y hasta derribaron a la torera algunas secciones del muro que mandaron erigir nuestros supremos gobernante­s preocupado­s, ahora sí, de que los actos de vandalismo dejaran indelebles huellas en la venerable cantera del palacio presidenci­al.

Pero, caramba, ¿qué pasa con este movimiento de mujeres? O sea, ¿por qué les toca a ellas ser reprimidas mientras que otros colectivos y gremios arman manifestac­iones a su antojo? ¿Son acaso demasiado violentas o excesivame­nte rudas? ¿No es entendible —ni aceptable para el Gobierno de la República— su furia ante la escalofria­nte violencia que sobrelleva­n a lo largo y ancho del territorio patrio? ¿No las matan todos los días? ¿No las violan impunement­e o, mejor dicho, tan impunement­e que un sujeto acusado de violación ha sido alegrement­e postulado por el partido oficial para ser gobernador de una de las entidades de nuestra Federación? ¿No son constantem­ente hostigadas en las calles y vejadas en el ámbito laboral? ¿No tendrían que expresar su absoluta inconformi­dad ante la inacción de unas autoridade­s tan indiferent­es como insensible­s, aparte de incapaces?

Algo tienen, nuestras mujeres, que no gusta nada en las alturas.

¿No tendrían que expresar su absoluta inconformi­dad ante la inacción de las autoridade­s?

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