No está descompuesta
Desde que las cifras por contagio de covid-19 aumentaron, los hombres que me rodean manifestaron su temor a salir, infectarse y ponerse grave. Ese temor lo conocíamos las mujeres desde antes de la pandemia y por motivos diferentes: las violencias misóginas.
Tras la confirmación de la localización del cuerpo de Nicole, la sociedad entera muestra su indignación de diferentes maneras, muchas de ellas, lamentablemente, aún participan de la misma misoginia cultural cuya violencia ejecutada nos encara con el feminicidio de una niña de 7 años.
Lo grave de todo esto es que, al ser naturalizada y reproducida en los elementos de nuestra cultura, no damos cuenta de nuestra participación en esa cadena de violencia: los cuestionamientos al cuidado de la madre, la exigencia omnipresente de las feministas en el lugar de la desaparición y hasta la asumida necesidad de cámaras de seguridad que vigilen.
Todas estas disputas tienen de trasfondo la comprensión evidente de que existe la violencia contra las mujeres y niñas, que deben cuidarse de que no les suceda (porque va a suceder) y de que, cuando suceda, otra mujer será señalada como la culpable. Los hombres, que son el 95 % de los agresores homicidas a nivel mundial, que están mayoritariamente en las instituciones del Estado, y son parte de la misma sociedad, no son responsabilizados por ninguna de sus acciones y/u omisiones que repercuten en las violencias que ocurren en el mundo.
Se habla de una sociedad descompuesta y en crisis de valores, ¿por qué? No, en realidad todo concuerda con todo y hasta que no seamos capaces de entender nuestra participación, activa o pasiva, en esa reproducción de violencias no habrá día en que alguna mujer tenga miedo de salir a las calles.
Estas disputas tienen de trasfondo la comprensión de que existe la violencia