Mata a tus ídolos
Alos 13 años aún tenía algunos leves resabios de mi educación religiosa, cortesía en buena parte de los tenaces esfuerzos de mi abuela perteneciente al Opus Dei, y mi banda favorita era Guns N’Roses. El primer concierto al que acudí en mi vida fue cuando tocaron en 1992 en el Palacio de los Deportes. Una amiga obsesionada con Axl había venido con nuestro grupo de amigos sin tener boleto, con la idea de comprarlo en reventa, y tras horas de esfuerzos infructuosos empezó a padecer unas incontenibles ganas de orinar. Pidió permiso en varios locales aledaños al recinto y se lo negaron en cada uno. Al final, desesperada, decidió evacuar entre dos coches en el estacionamiento del Palacio y en un instante se habían apersonado dos tiras para increparla y amenazarla con llevársela a la delegación. Le bajaron lo poco que de por sí llevaba para intentar comprar su boleto, por lo que tuvo que quedarse fuera. Los de seguridad se apiadaron a medio concierto y la dejaron pasar la reja exterior, con lo cual pudo escuchar un poco desde los límites de alguna de las puertas de acceso interiores.
Ese mismo año se llevó a cabo en Wembley el concierto de homenaje a Freddy Mercury, donde Guns tocó “Knocking on Heaven’s Door”, con Axl portando su célebre camiseta de un Cristo amarillo con expresión de particular sufrimiento, que debajo llevaba la leyenda “Kill Your Idols”. Sin confesárselo a mis amigos con los que veíamos interminablemente el video, la camiseta me hizo entrar en un secreto conflicto, no tanto porque contraviniera a mi ya casi inexistente fe, sino porque de alguna manera que no alcanzaba a aterrizar en pensamientos específicos, me parecía que se había cruzado alguna raya. Años después, un querido amigo (a quien casualmente y por otras razones apodamos Yizus) me mandó a hacer una camiseta idéntica, a manera de burla por mi ñoñería preadolescente, que hasta la fecha conservo y sigo usando con regularidad.
Y no fue sino hasta hace bastante poco que todo terminó de tener sentido: en una versión en vivo de “Mr. Brownstone” (canción sobre la heroína) que se encuentra en Spotify, al final Axl irrumpe en una pequeña invectiva contra el público, pues le parece que se están emborrachando demasiado y ya ha visto a varias personas tener que ser desalojadas blackouteando. Al tiempo que les garantiza que tocarán un buen rato más, pide explícitamente que, empezando por la gente de atrás, todos le bajen un poco al consumo de alcohol. Con ese despliegue de compasión y preocupación por el prójimo, al fin comprendí que su camiseta en realidad era un rechazo al Cristo cosificado y corporativizado tanto por la iglesia como por la hipocresía de la sociedad de consumo, y no una profanación o blasfemia de ninguna especie. En retrospectiva, creo que ahí se incubó cualquier tipo de idea sobre las fisuras del sistema que pueda yo haber elaborado con posterioridad. Ahora entiendo que todo formaba parte de un designio superior. La prueba irrefutable la constituye que el último concierto al que acudí antes de la llegada del apocalipsis zombi fue, precisamente, de Guns N’Roses.