Milenio Hidalgo

Poder hasta el infinito y más allá

La presurosa iniciativa de Morena para una nueva Ley de Amparo también es inconstitu­cional.

- cmarin@milenio.com CARLOS MARÍN

Fogueada en el servilismo, la “lealtad ciega” y el oportunism­o, la mayoría diputadil de Morena se apresura a tratar de modificar la Constituci­ón para que los juicios de amparo se amolden a los “principios de austeridad republican­a” y favorezcan a los monopolios de Petróleos Mexicanos y la Comisión Federal de Electricid­ad.

Intento estéril porque también es inconstitu­cional. La marrullerí­a fue dada a conocer por la diputada Reyna Celeste Ascencio Ortega. Se buscará, dijo, adicionar dos fracciones del artículo 129 de la Ley de Amparo, reglamenta­ria de los artículos 103 y 107 de la Constituci­ón, para también tratar de evitar el otorgamien­to de suspension­es contra el régimen de remuneraci­ones que fijó el de López Obrador como salario máximo.

“Como se aprecia, ni siquiera se ha realizado ningún acto de aplicación de la reforma y como acto reflejo se impugna judicialme­nte, e igualmente como acto reflejo algunos jueces están otorgando la suspensión, sin analizar debidament­e si existe un interés público superior que deba privar en la materia”, arguyó, ignorante de que el único “interés superior” que rige es el de la infancia.

Pero vaya cachaza: si al Presidente le sorprendió que la primera suspensión provisiona­l de su contrarref­orma se produjera un día después de que entrara en vigor, asombra la rapidez con que la diputada presentó su iniciativa de ley: menos de tres horas después de que AMLO dijera estar dispuesto a promover una reforma constituci­onal si el Poder Judicial sigue emitiendo suspension­es o termina otorgando amparos definitivo­s. Le preguntaro­n ayer: —Una vez que se resuelva de fondo este tema de los amparos, si determinan que esta ley eléctrica contravien­e a la Constituci­ón, ¿usted impulsaría entonces una reforma constituci­onal?

“Sí, sí —respondió. Yo estoy seguro que no es inconstitu­cional la reforma pero, si determinan jueces, magistrado­s, ministros que es inconstitu­cional y que no puede proceder, enviaría yo una iniciativa de reforma a la Constituci­ón, porque no puedo ser cómplice del robo, del atraco; no puedo aceptar que particular­es dañen la hacienda pública y afecten la economía popular, y sobre todo afecten la economía de los más pobres”.

El problema es conceptual: aplicar lo que dictan las leyes es consentir todo lo que López Obrador ve perjudicia­l.

Quizá su popularida­d sirva para comprender lo sofístico de su razonamien­to: si una mayoría indiscutib­le de ciudadanos votó por él, todo lo que se le ocurra es correcto, democrátic­o y moral, de modo que ningún juez, magistrado o ministro puede ir “contra” quienes respaldan al Presidente.

Para López Obrador, lo que encabeza no es una administra­ción pública ni un gobierno más, sino un “cambio de régimen”. Sigue sin aceptar que el mexicano continúa siendo republican­o, con su consustanc­ial (¿monserga?) división de poderes con respectiva­s facultades y limitacion­es.

De aprobarse los cambios a la Constituci­ón que está dispuesto a promover, su poder ya no tendría límite alguno…

De aprobarse los cambios que está dispuesto a promover, su poder ya no tendría límite

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