Milenio Hidalgo

“El problema con los Bolsonaro es que no siempre los ves venir”

¿Es acertada o resulta un fracaso la estrategia de seguridad de la 4T? Es demasiado pronto para responder, porque la construcci­ón de la propuesta se encuentra a mitad de camino; en todo caso, hasta ahora los datos son controvert­idos

- Jorge Zepeda Patterson

El problema con los Bolsonaro es que no los ves venir, o por lo menos no siempre. Surgen de una frase pegajosa dicha en el momento oportuno, de una propuesta simplista y extrema que repentinam­ente dejó de ser políticame­nte incorrecta, de un rostro que puede o no ser fotogénico, pero transmite determinac­ión y rudeza. Hitler en su época, el filipino Rodrigo Duterte o el húngaro Viktor Orbán, por ejemplo, habrían sido un mal chiste en otro momento, pero llegaron al poder en coyunturas en las que predomina una percepción de miedo cuando las soluciones institucio­nales o democrátic­as parecían agotadas. Frente al peligro inminente, los seres humanos suelen preferir a un rudo que proyecte seguridad, aunque sea impresenta­ble, que a un técnico o un humanista, de quien se piensa pueda temblarle el pulso o sea incapaz de afrontar la barbarie.

Tal como están las cosas, o detenemos el ascenso del crimen organizado o podemos descontar que habrá un Bolsonaro o algo peor en nuestro futuro. Un gobernador de modos atropellad­os, un general exasperado, un civil émulo de Trump que diga las cosas que otros solo se atrevían a pensar. Nada bueno saldrá de eso. Pero habría que preguntars­e ¿Qué haría usted si un día tres facineroso­s tocan a la puerta de su casa para decirle que desde ese momento está ustedoblig­adoaentreg­arunacuota mensual de “protección” o atenerse a las consecuenc­ias? ¿Cuántas veces más un trabajador humilde tiene que entregar cartera y celular en una combi antes de que abrace cualquier opción de mano dura que se le ofrezca?

La tentación de echar culpas sumarias al gobierno en turno es natural, pero evidenteme­nte resulta tan injusto como desorienta­dor si queremos encontrar alguna solución. Con poco más de dos años en el poder, es evidente que la administra­ción de López Obrador está lejos de ofrecer algún resultado espectacul­ar. Pretender que fuese así es un tanto ingenuo, o de planomalin­tencionado,porquese trata de un fenómeno que se consLópez truyó en varias décadas y ha penetrado el tejido social y la actividad productiva en muchos aspectos medulares. Lo cual no significa que el gobierno no sea responsabl­e de hacer algo al respecto y ser exigido en la misma proporción.

En todo caso, a su favor habría que reconocer que, al menos, se está intentando un esfuerzo de la magnitud del problema, cosa que se agradece después del sexenio de Enrique Peña Nieto, durante el cual simplement­e se pretendió que no existía. Si bien es cierto que Obrador parecía absurdamen­te optimista cuando pedía a los malos que pensaran en sus mamacitas, el hecho de que el Presidente inicie el día con una reunión de seguridad a las 6 de la mañana y que ésta se replique en todas las entidades de la República, da cuenta de la prioridad que el asunto le merece. Eso ya es ganancia.

Se puede estar de acuerdo o en desacuerdo con los ambiciosos proyectos de la 4T respecto a la Guardia Nacional o la cruzada de inteligenc­iafinancie­raejercida­sobre los cárteles, pero nadie puede acusarlos de inacción. Este lunes se informó que la Guardia Nacional había alcanzado prácticame­nte los 100 mil elementos (y seguirá aumentando) y se han construido 155 cuarteles de un total de 248, con los cuales la autoridad intenta recuperar el control territoria­l. Esta red busca paliar la frustrante experienci­a en sexenios pasados, cuando el Ejército acudía de un lugar a otro para apagar fuegos que volvían a encenderse en cuanto se retiraba de una región.

¿Es acertada o resulta un fracaso la estrategia de seguridad de la 4T? Es demasiado pronto para responder, porque la construcci­ón de la propuesta se encuentra a mitad de camino. En todo caso, hasta ahora los datos son controvert­idos. Por un lado, la estrategia de golpear a las finanzas de los grupos criminales ha llevado a congelar 13 mil millones de pesos mediante la intervenci­ón de 35 mil cuentas bancarias, aunque uno tendría que preguntars­e si esto equivale a quitar un pelo de gato a un negocio que se estima desplaza un volumen 30 o 40 veces eso. Y sin embargo, poco o mucho es algo que antes no se hacía. Es cierto que la mayor parte de los delitos han descendido en la administra­ción de López Obrador: 60 por ciento menos secuestros, 43 por ciento menos robo de vehículos, 25 por ciento menos robo en casa habitación, 21 por ciento menos robo a negocio, 6.8 menos robo a transporti­sta, 6.1 en transporte público. Pero habría que preguntars­e cuánto de este descenso debe ser atribuido al congelamie­nto de la actividad social y productiva que provocó la pandemia.

Por otro lado, son alarmantes las muestras de músculo de organizaci­ones de sindicatos criminales como el CJNG al enfrentars­e como iguales a convoyes militares y policiacos, o los atentados cada vez más frecuentes en contra de presidente­s municipale­s y funcionari­os de alto rango. De igual forma, resulta desalentad­or que la espectacul­ar intervenci­ón en contra del huachicol, que redujo en más de 80 por ciento la terrible ordeña de oleoductos, dio como resultado que los responsabl­es simplement­e se diversific­aron e incrementa­ron su presencia en el robo de gas o el contraband­o de pipas de gasolina desde Estados Unidos.

Nada de esto es ignorado en Presidenci­a y es materia de discusión, ajuste e implementa­ción todos los días. Esperemos que no se equivoquen o que al menos estemos avanzando en la dirección correcta. No se trata de exigir resultados milagrosos, y mucho menos satanizar a alguien porque estos resultados no han llegado con la rapidez que quisiéramo­s. Pero sí hay que ser consciente­s de que el país se está jugando muchas cosas en esta cruzada. Si fracasan las autoridade­s federales y estatales, y en última instancia la sociedad en su conjunto, los escenarios que nos esperan son terribles: gobiernos de mano dura, intervenci­ón abierta de fuerzas extranjera­s o, peor aún, un narco-Estado. ¿Le parece a usted que esto es demasiado alarmista? Pregúntele qué piensa a un michoacano de Tierra Caliente, a un policía de Celaya o a restaurant­ero de Playa del Carmen. Aquellos que piensan que AMLO es autoritari­o, tendrían que comenzar a considerar lo que puede llegar a Palacio Nacional si no derrotamos a los salvajes sucesores de El Chapo o al Mencho y sus secuaces.

Es válido estar de acuerdo o no con los proyectos del actual gobierno, pero nadie puede acusarlo de inacción

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ESPECIAL El combate a la delincuenc­ia es uno de los puntos centrales de la agenda presidenci­al.

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