Milenio Hidalgo

¿Somos iguales?

- RUBÉN MOSSO ROBERTO BLANCARTE roberto.blancarte@milenio.com

Un tribunal colegiado admitió a trámite los recursos de queja que interpuso el presidente Andrés Manuel López Obrador y la Secretaría de Energía (Sener) contra las suspension­es provisiona­les que frenaron de manera temporal la aplicación de la Ley de la Industria Eléctrica (LIE).

Las impugnacio­nes serán analizadas por el Primer Tribunal Colegiado en Materia Administra­tiva, Especializ­ado en Competenci­a Económica, Radiodifus­ión y Telecomuni­caciones, mismo que en el transcurso de esta semana deberá resolver si son fundadas o no.

Los recursos de queja se promoviero­n contra las suspension­es provisiona­les que concedió Juan Pablo Gómez Fierro, juez Segundo en Materia Administra­tiva, Especializ­ado en Competenci­a Económica, Radiodifus­ión y Telecomuni­caciones, el 10 de marzo para frenar la aplicación de la LIE.

En su resolutivo, Gómez Fierro señaló que la LIE puede dañar la competenci­a y la libre concurrenc­ia además de que puede producir daños inminentes e irreparabl­es al medio ambiente.

Sin embargo, el juez federal también ha concedido 12 suspension­es definitiva­s que paralizaro­n ya de manera indefinida la Ley de la Industria Eléctrica; medidas cautelares que solo pueden ser combatidas a través de un recurso de revisión ante un Tribunal Colegiado.

Hasta el día de hoy, suman 47 suspension­es provisiona­les y definitiva­s otorgadas por los jueces Gómez Fierro y Rodrigo de la Peza López Figueroa, juez Primero en la citada materia.

Hace unos días, el presidente López Obrador pidió al Consejo de la Judicatura Federal (CJF) investigar al juez Gómez Fierro.

Qué

se vayan todos! Ese fue el grito de hartazgo y desesperac­ión de los argentinos cuando les llegó la crisis de principios de este siglo. Lo habían intentado todo, desde gobiernos militares (que, sin duda, más de alguno apoyaba) hasta el peronismo neoliberal de Menem, pasando por radicales y otras fórmulas novedosas. En ese momento, para muchos argentinos, todos los políticos eran iguales. No querían a nadie. Me pregunto si en México estamos llegando a ese punto de hartazgo, donde nada ni nadie nos va a satisfacer, porque, en efecto, desde cierto punto de vista, las diferencia­s parecen borrarse. Digo esto porque desde algunas perspectiv­as feministas, todos los comportami­entos machistas o patriarcal­es son iguales o igualmente condenable­s. Y así, con la mano en la cintura, ponen en el mismo plano a un candidato a gobernador acusado de violacione­s y a un actor que hace crítica del sistema mediante una parodia con un personaje obviamente pendencier­o. Se olvida así que este personaje tuvo en sus programas a connotadas feministas, abriéndole­s espacios reales a sus reivindica­ciones. Feministas que ya hacían su lucha cuando las de ahora no habían nacido y que son menos radicales porque han aprendido que el mundo está lleno de matices. Algunas de ellas colaboran con la 4T porque creen incluso que pueden avanzar su agenda dentro del gobierno, aunque deben pedir que se las trague la tierra cada vez que el Presidente dice una tontería. Otras ya han pasado por allí y han visto que, si bien es cierto que ayuda tener a algunos funcionari­os a favor de sus demandas, lo más fructífero a largo plazo es cuando la sociedad termina por empujar una determinad­a reivindica­ción. Porque también han tenido la experienci­a de que algunas de sus aliadas, colocadas en puestos claves, no solo no han impedido, sino que en ocasiones han permitido abiertamen­te, por razones relativas al juego de poder, que se establezca­n las políticas más nefastas para las mujeres.

López Obrador dice que él no es igual a sus antecesore­s y creo que tiene razón. Aunque no como él lo piensa. Habrá quienes lo juzguen mejor y otros lo considerar­án peor. Pero ciertament­e no es igual a otros. Su machismo y patriarcal­ismo es muy específico y evidenteme­nte está arraigado en una cultura conservado­ra católico-cristiana de viejo cuño. Por lo mismo y por razones políticas hasta ahora desconocid­as, ha respaldado a un muy cuestionab­le candidato, acusado por varias mujeres de haberlas violado, para que ocupe una gubernatur­a. Y él es el Presidente de la República. No se puede poner en el mismo nivel a un actor-cómico que hace parodia, en los límites de lo políticame­nte correcto (como muchos comediante­s, por lo demás) y que ciertament­e no comparte la perspectiv­a conservado­ra del primer mandatario. O a cualquiera de nosotros, a quienes nuestras esposas, hijas, amigas y colaborado­ras, nos pueden señalar, eventual, pero atinadamen­te, acerca de comentario­s o actitudes micro-machistas. Porque, aunque algunas feministas tengan un hartazgo muy justificad­o, cometerían un grave error si no alcanzan a distinguir las diferencia­s. La cultura patriarcal impera, cierto, pero, perdón, no todos somos iguales.

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