“Caemos en la trampa de la cotidianidad con la violencia”
El asesinato de un migrante guatemalteco por parte de militares no admite llamarse una “reacción errónea”, es el efecto de una política que otorga funciones equivocadas a un cuerpo para el que pueden ser correctas dichas reacciones. La declaración del secretario de Defensa se suma al compendio de insultos a la inteligencia pública que reparte la tradición política nacional.
No es un caso sino un fenómeno, un contenedor que incluye desde nuestras muchas violencias al agregado de muertes excedentes que se han reconocido a medias como saldo de la pandemia.
Somos una sociedad que abandona la intención de entenderse, abdica de preguntarse sobre su futuro y sustituye el cuestionamiento de certezas por la incertidumbre de la ilusión. No es difícil que la reiteración de lo elocuente desplace a la realidad.
Una vez legitimada la disfuncionalidad se renuncia al pensamiento crítico. Si no es crítico tampoco será pensamiento.
Hemos caído en la trampa de la cotidianidad. Uso el plural porque a pesar de lo irrespirable de la discusión pública, sigue siendo plural la conjugación de lo social. Ni el Presidente con sus seguidores, tampoco muchos de sus contrarios dan cuenta de ello. Un tercer universo paralelo ha jugado con un falso equilibrio, ahí reina la manipulación del significado de pluralidad y la falta de ese pensamiento crítico. Quizá sea su reminiscencia ilusoria o una mera adaptación a la marea lo que lleve a elegir la conveniencia de posturas. Tal vez sea cinismo.
En la sectarización de la descomposición mexicana están los polos y la renuncia al análisis que da lugar a la ineptitud ilustrada: una apariencia de conciencia que transita al margen del rechazo a lo inadmisible.
Con la tendencia oficial a despreciar los límites de la ley y el fervor por lo castrense, se transgreden las bases mínimas de la convivencia política
Somos una sociedad que abandona la intención de entenderse
y democrática.
Otros hemos fallado al transmitir las razones por las que las acciones del gobierno actual arriesgan dichas bases y su fragilidad. En el limbo queda la incapacidad por hacer una pedagogía política que permita adoptar las preocupaciones por el empleo masivo de las fuerzas armadas en tareas civiles, por el mundo afuera de Palacio Nacional.