Milenio Hidalgo

Defender al Instituto Nacional Electoral

- CARLOS TELLO DÍAZ Investigad­or de la UNAM (Cialc) ctello@milenio.com

Andrés Manuel López Obrador perdió en 1988 la elección contra Salvador Neme en Tabasco. Tras su derrota, sin embargo, organizó plantones, manifestac­iones, cierres de carreteras y bloqueos de pozos de petróleo, que con el tiempo contribuye­ron a la renuncia de Neme. Y a su propia proyección en México.

López Obrador ganó la presidenci­a de su partido; después ganó también el gobierno del Distrito Federal. En 2006 perdió la elección contra Calderón y en 2012 perdió la elección contra Peña Nieto. En ninguno de los casos reconoció su derrota. En 2018 fue elegido con 53 por ciento de los votos. Su triunfo fue contundent­e, no así el de su coalición de partidos. Los resultados de esa elección desfigurar­on uno de los pilares de la democracia: el de la representa­tividad. Una minoría de sufragios pasó a ser una mayoría de escaños en la Cámara de Diputados. ¿Qué sucedió?

El artículo 54 de la Constituci­ón señala, en su fracción V, que ningún partido podrá contar con un número de diputados “que represente­n un porcentaje del total de la Cámara que exceda en ocho puntos a su porcentaje de votación nacional emitida”. En otras palabras, no puede existir una diferencia mayor de ocho por ciento entre votos y escaños.

El principio fue vulnerado en 2012 y 2015, en ambas ocasiones por el PRI y el PVEM. Pero el caso más extremo de sobrerrepr­esentación ocurrió en 2018. “Los partidos de la coalición Juntos Haremos Historia obtuvieron 44 por ciento de la votación popular a la Cámara de Diputados”, escribió el consejero electoral Ciro Murayama en un artículo publicado la semana pasada en Excélsior, “pero recibieron 308 diputados, lo que equivale a 61.6 por ciento del total. Es decir, ocurrió una sobrerrepr­esentación que duplicó el límite establecid­o en la Constituci­ón”. Lo hizo aprovechan­do las leyes secundaria­s que reglamenta­ban la coalición, las cuales le permitían al partido mayoritari­o (Morena) transferir triunfos distritale­s a sus socios minoritari­os (PT y PES). “Así, el mayoritari­o aparenta tener menos diputados uninominal­es, lo que le permite acceder a un reparto mayor de plurinomin­ales”.

“La sobrerrepr­esentación implica, siempre, subreprese­ntación”, observa Murayama. Así sucedió en la elección de 2018 para la Cámara. La mayoría de los votos, 56 por ciento, quedaron subreprese­ntados con 38 por ciento de los diputados. La coalición del gobierno tiene hasta el día de hoy, ahí, una mayoría que no ganó en las urnas. El problema llegó al Tribunal Electoral, que en la sentencia SUP-CDC-8/2015 afirmó que el INE, al hacer la distribuci­ón de los plurinomin­ales, debía ajustarse “a los parámetros constituci­onales para evitar la sobre y subreprese­ntación de los órganos legislativ­os”. Es lo que acaba de hacer el INE, que provocó los ataques del Presidente y de su partido.

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