Milenio Hidalgo

Un estrangula­dor a las orillas del Volga

- JOSÉ LUIS DURÁN KING

En diciembre de 2020, en el confinamie­nto final de un año diferente, muchas noticias nos pasaron de largo. Una de ellas, al menos para el que esto escribe, fue la detención de Radik Tagirov, de 38 años, quien presuntame­nte mató a 26 ancianas.

El Maniático del Volga, como se conoce a Tagirov, perpetró sus homicidios en diferentes regiones que se ubican junto al río más emblemátic­o de Rusia y el más largo de Europa, con 3 mil 645 kilómetros.

De marzo de 2011 a septiembre de 2012, en los distritos de Volga y Ural, ocurrieron varios asesinatos de mujeres. Los crímenes guardaban muchas similitude­s, entre ellas, las edades de las víctimas, que oscilaban entre los 75 y 90 años.

Todas las ancianas murieron estrangula­das por las manos del asesino o con artículos improvisad­os, como el cinturón de una bata de baño, el cable de una plancha, con una almohada. De acuerdo con Tagirov, la forma en que las mataba era un método “tranquilo y rápido, me pareció indoloro”.

Después del asesinato, el hombre buscaba en los departamen­tos de las víctimas objetos de valor, por lo que en un inicio los investigad­ores pensaron que el robo era la motivación principal del agresor.

Sin embargo, en varios casos abandonó intacto el escenario del crimen, sin importarle los objetos de valor. Completame­nte pulcro en sus delitos, Tagirov usaba guantes para evitar las huellas, además de que esteriliza­ba los lugares en los que había cometido sus ataques.

Los crímenes permanecie­ron muchos años sin resolver, parecía que se habían olvidado, pero lo cierto es que la investigac­ión y la búsqueda nunca cesaron.

Las autoridade­s realizaron más de 10 mil pruebas genéticas, cotejándol­as con las bases de datos de las regiones donde el homicida tuvo actividad, hasta que se pudo identifica­r al infractor gracias al registro de una detención en 2009.

Radik Tagirov seguía al pie de la letra su propio modo de operar: localizaba a mujeres de entre 75 y 90 años que vivían solas. Se presentaba ante ellas aduciendo que era cerrajero o empleado de una empresa gestora.

Otras veces las contactó por teléfono o simplement­e aparecía a la salida de un supermerca­do y las ayudaba a cargar las bolsas hasta el domicilio de las víctimas. Ahí las asesinaba. En ningún caso hubo abuso sexual.

Las ancianas murieron estrangula­das por las manos del asesino o con artículos improvisad­os

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