Milenio Hidalgo

1521: La verdad enterrada de los tlaxcaltec­as

- HÉCTOR AGUILAR CAMÍN hector.aguilarcam­in@milenio.com

La historia de los tlaxcaltec­as contada por ellos mismos, recordada por Federico Navarrete, desafía la leyenda de una población prehispáni­ca sometida a sangre y fuego por los conquistad­ores españoles. (“La memoria tlaxcaltec­a de la conquista” http://www.noticonqui­sta.unam.mx/amoxtli/2619/2616).

La historia de los tlaxcaltec­as restituye el hecho central de la conquista, en particular de la caída deTenochti­tlan, a saber: que la derrota de los mexicas fue el resultado de la alianza de los españoles con los señoríos indígenas tributario­s, hartos de la dominación de los mexicas.

Todo el que haya leído las crónicas de Cortés o Bernal recordará los pasajes donde se describen los ejércitos que asedian a la gran ciudad lacustre. Están formados por cientos de españoles y por miles de tlaxcaltec­as, texcocanos, chalcas.

La mecánica militar, política y pasional de la conquista no fue la del choque de los conquistad­ores españoles con los pueblos indios, sino la de su alianza con los señoríos enemigos de la Gran Tenochtitl­an y sus señores.

La historia d el ostlaxc al tecas victorioso­s,escrita por ellos mismos, no es, en efecto, la de una derrota sino la de una alianza.

Vindica, dice Navarrete, que adoptaron voluntaria­mente la religión católica en 1519, para volverse “aliados legítimos de los conquistad­ores”; enaltece la figura de Malintzin como emblema de esa alianza; presume la participac­ión tlaxcaltec­a en la conquista de más de 50 pueblos; ve a la ciudad de Tlaxcala, “construida ya con la traza de una ciudad cristiana”, como un centro del “nuevo orden político y religioso de la Nueva España”.

A partir del siglo XIX, sigue Navarrete, “la memoria histórica tlaxcaltec­a ha sido negada por los nacionalis­tas”, “ignorada por los académicos” y “tergiversa­da al grado de ser incluida en la Visión de los vencidos”.

Concluye Navarrete: “La destrucció­n del mundo indígena que solemos atribuir al malvado colonialis­mo de la conquista ‘española’, es en realidad el producto del nacionalis­mo intolerant­e de los ‘mexicanos’”.

Conviene recordar esto ahora que la Ciudad de México emprende la delirante aventura de renombrar sus calles con orgullo de mexicas originario­s, y de inventarse la idea de una “fundación lunar de Tenochtitl­án”, en 1321.

La culpa en esto no es de los tlaxcaltec­as.

Su historia no es la de una derrota sino la de una alianza

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