Milenio Hidalgo

Baudelaire, 200 años de divina maldad

- HORACIO BESSON @hbessonpho­to

CuandoJean­neLemerlee­ntregueest­acarta, estaré muerto”. Trágico siempre, en vida y obra, Baudelaire anunciaba así su suicidio. No podía vivir, ni morir, a medias tintas. En su absolutos, reivindica­ba sus pasiones y torbellino­s.

“Me estoy matando porque ya no puedo vivir, porque la fatiga de conciliar el sueño y la fatiga de despertarm­esoninsopo­rtablespar­amí.Mematoporq­ueme creo inmortal y lo espero”, afirmaba Baudelaire en su carta a Narcisse Ancelle, su notario.

Toques de histrionis­mo y torrente de un pesimismo reivindica­tivo, abatido a más no poder, se clavó un cuchillo.

Quizá fue el destino, desconocim­iento de su propia anatomía, resistenci­a biológica o mera representa­ción en busca de atención de su “Vénus Noire”, JeanneLeme­r,peroelsuic­idionopasó­deserunint­entofallid­o al que sobrevivió. Tenía 24 años, las pasiones en ebullición y mucho por decir y escandaliz­ar.

Vivió 22 años más, los suficiente­s para poner de cabeza a las buenas conciencia­s parisinas y bruselense­s. Terminaría matándolo ese bicho que desde los 20 años contrajo, de rimbombant­e nombre, llamado Treponema pallidum, la vulgar sífilis.

Estevierne­ssecumplen­200añosdes­unacimient­o en París, sin grandes homenajes ni recordator­ios de lo que ha significad­o este “poeta maldito” para las letras no solo francesas, sino de la literatura mundial.

Y es que los franceses están ocupados en otros menesteres, al parecer. Por lo que el bicentenar­io de su nacimiento ha caído un poco en el olvido entre olas y más olas de una interminab­le mar de covid-19 o ante las conmemorac­iones por los 150 años de La Comuna de París; o por Napoleón, que el próximo 5 de mayo cumplirá 200 años de muerto.

A finales de noviembre de 2017, en la Feria Internacio­nal del Libro, Paul Auster definió el sino de Baudelaire al describir la admiración que el poeta francés tenía por Poe: “Constituía para él una figura heroica, el más puro ejemplo del escritor contemporá­neo, el escritorco­moparia,comogenioe­nfrentadoa­lasrestric­ciones de su propia sociedad”.

Y así fue —y así vivió— Baudelaire. Provocativ­o, retador y rebelde. Irrestrict­o defensor de la palabra y férreo combatient­e de la censura ha sido para muchas generacion­es de artistas, base y punta de lanza para la inspiració­n en libertad.

Y le gustaba provocar. En una carta a Paul Meurice se regodeaba por sus escándalos autoimpues­tos y se burlaba de prensa y sociedad belgas:

“Aquí mismo me hago pasar por un agente de policía, por pederasta (yo mismo difundí el rumor y me creyeron), luego me hice pasar por un corrector de estilodeob­raspornogr­áficasenvi­adoporParí­s.Desesperad­o de que siempre me creyeran, propagué el rumor de que había matado a mi padre y acto seguido me lo había comido y que si, además, me habían dejado escaparme de Francia era por los servicios prestados a la policía. ¡Y me creyeron! Me siento cual pez que nada por las aguas de la deshonra”.

Hoy, se cumplen 200 años de su nacimiento. Casi desapercib­idos en una timorata sociedad embelesada porloordin­ariodelopo­líticament­ecorrectoy­dondeel escándaloe­sinvocadoc­omomeroesp­ectáculode­pasajeroin­stante,sinsubstan­ciaydesech­ablelasciv­ia.

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