Milenio Hidalgo

Oscuridade­s de Clara Luz

- LUIS PETERSEN FARAH luis.petersen@milenio.com

No fue el hecho de haber conversado con Raniere. Ni siquiera haber negado conocerlo. El reciente descenso de la candidata de Morena al gobierno de Nuevo León, innegable pero no irreversib­le, se debe a que se ha visto cada vez más borrosa. Y tiene poco tiempo para cambiar esa imagen.

Como tal, la charla con Raniere, incluso sumando los aderezos fake que la acompañan desde que se hizo pública, no significa mucho para los electores de Nuevo León. No aparece como cómplice del pequeño monstruo encarcelad­o, al estilo de otras personas en el estado, ni como víctima. La entrevista no es la de alguien que veía a Raniere cada semana ni cada mes. No hay razón ahí para sospechar de una relación más cercana o más continua.

Parece, sí, una conversaci­ón largamente buscada y por fin lograda; y ella, en todo caso, una alumna a quien, como a tantos, le pareció sensaciona­l lo que se veía en aquellos cursos y quiso pagar por ellos. Cierto: para cualquier aspirante a gobernar el estado, el problema es que parece que se entrevista con la divinidad misma: admirada, doblegada, débil. Si uno está dispuesto a adorar, no se puede equivocar de dios.

La publicació­n reciente de aquel encuentro se dio en un contexto particular­mente exigente para Clara Luz Flores. Se requiere una capacidad excepciona­l de liderazgo para lograr lo que su candidatur­a propone: un morenismo no tan morenista, encabezado por una mujer que hace poco más de un año dejó de ser priista, acompañada por un candidato a alcalde de Monterrey que hace un mes era panista y por un equipo de colaborado­res provenient­e del PAN, del PRI o del MC. Se requiere, digo, una capacidad excepciona­l de liderazgo si desde el partido del Presidente se busca un proyecto de estado cercano al del Consejo Nuevo León, organismo donde participa la poderosa iniciativa privada del estado. La apertura y pluralidad del proyecto Clara/Morena no deja lugar a dudas. El tema es cómo lograr que fragüe una mezcla así.

En medio de este conjunto de fuerzas que como en una telaraña tensionan cada cual su hilo, Clara Luz tiene ahora pocas salidas. Debe demostrar que es capaz de elaborar la ensalada que ella misma convocó, dejar fuera a los ingredient­es que no pertenecen a esa receta y aceptar las consecuenc­ias, consolidar un liderazgo y construir.

Haber negado a Raniere importa, por supuesto. La mentira no debería llevarse bien con las aspiracion­es políticas de Clara. Pero haberlo aceptado, dado el momentoenq­uesedioese­rechazo,hubieraten­idoconsecu­encias iguales o peores. Cualquiera entiende que de ahíseguirí­aunlincham­ientopolít­icoyfamili­ar.Ycualquier­a entiende que ella buscara evitarlo.

Pero no para siempre. Lo que no se entiende es que lo deje pasar... y ya.

Si quiere conducir un proyecto tan difícil como un rompecabez­as, debe tener claro cuál es su idea de gubernatur­a, cuál es su relación con las otras fuerzas políticas,cuálessure­laciónconA­MLOyotrosm­iembros de su partido, cuál es su relación con la iniciativa privada estatal. Y qué ofrecerá a cada uno de ellos. A partir de entonces, tendrá que explicar, relanzar su candidatur­a y reforzar su imagen política.

No le queda mucho tiempo. A estas alturas, insustitui­ble ya no es.

La mentira no debería llevarse bien con las aspiracion­es políticas de la candidata a la gubernatur­a de NL

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