El técnico ideal
Encontrar un plantel de jugadores que se ajusten a las necesidades, objetivos e identidad de un equipo, no es sencillo. Encontrar tres o cuatro jugadores que marquen diferencias dentro de ese grupo, es difícil. Pero encontrar un buen entrenador para cualquier deporte y organización, cada día es más complicado. El puesto es de uno, así que el margen de error es mínimo. A veces se elige al correcto sin saberlo, y en ocasiones, el entrenador correcto resultó ser el menos indicado.
Hace años, los observadores del futbol decían que los porteros reunían las mejores cualidades para convertirse en técnicos: miraban el partido con perspectiva, tenían mucho tiempo para pensar durante el juego y eran los que más gritaban. Más adelante, la misma teoría se trasladó a centrales y mediocampistas que, por su ubicación y lectura del juego, parecían los más aptos.
El propio futbol fue desmontando estas hipótesis, incluyendo aquellos mitos que señalaban que ninguna gran estrella podía ser un gran entrenador; o que, para ser entrenador, se tenía que haber jugado al futbol.
En cada caso, ejemplos sobran. ¿Cuándo y dónde surgen los grandes entrenadores?, no es algo tan complejo de descifrar como en el caso de los grandes jugadores. El problema es que no todos los técnicos reúnen las mismas facultades. La admiración que un grupo de jugadores siente por la vida y carrera de su entrenador es esencial. El conocimiento del juego, pero, sobre todo, la defensa de un estilo y su constante actualización son fundamentales.
El método de trabajo, sin caer en los excesos científicos, y la dependencia matemática es muy importante. La comunicación, credibilidad y confianza, como parte del liderazgo al interior de un grupo, quizá es la parte menos futbolera, pero la más valorada. Y, por último, la capacidad para ver cosas en un partido o jugador, que nadie más es capaz descubrir, definen el técnico ideal.
A veces se elige al correcto sin saberlo; en ocasiones, el correcto fue el menos indicado