¡Ilustradores de México, uníos!
Un fantasma recorre la Secretaría de Educación Pública, el fantasma del fanatismo y la insolencia. Otra vez Marx Arriaga, protegido de Beatriz Gutiérrez Müller, como protagonista de un nuevo atentado contra la dignidad de los artistas y trabajadores de la educación y la cultura. El primero, por demás amargo, fue la manera tan pedestre como, desde la Dirección General de Bibliotecas Públicas, tramó la salida del escritor Daniel Goldin de la Biblioteca Vasconcelos. El más reciente —ojalá pudiera decirse “el último”—, ahora como titular de Materiales Educativos de la SEP, es su apresurada convocatoria para el “rediseño” de libros de texto gratuitos, sin pago alguno para los autores ni para los encargados de evaluarlos.
Hace cien años, para la creación de la SEP, Vasconcelos se rodeó de los mejores escritores y artistas, de funcionarios de primer nivel. Nunca se conformó con “medianías” ni escatimó recursos en su cruzada educativa. Torres Bodet, como secretario de Educación, cuando en 1959 se creó la Comisión Nacional de Libros de Texto Gratuitos convocó a reconocidos profesionales para escribir e ilustrar aquellas obras destinadas a los niños, de acuerdo con un proyecto educativo y no por capricho de un burócrata resentido.
El cartujo recorre su libro de Historia y Civismo de sexto grado, fechado en 1966; mira los nombres de los autores de textos e ilustraciones, y se siente orgulloso de haber conservado algunos de aquello slibros, los primeros de su pequeña biblioteca en una casa donde nadie leía, no por falta de interés o gusto sino de dinero. Eran libros bien diseñados, ilustrados y escritos; eran una ventana para asomarse al mundo, por eso se volvieron entrañables. Nadie sabe cómo serán los libros “rediseñados” de Marx Arriaga, pero las ocurrencias son inadmisibles cuando atropellan los derechos de niños y jóvenes a una buena educación, y de los creadores a una remuneración apropiada a su actividad. Por eso es necesario reconocer la actitud de tantos ilustradores mexicanos al unirse y protestar contra el agravio; no pierden nada y ganan mucho al defender su trabajo.
Queridos cinco lectores, El Santo Oficio los colma de bendiciones. El Señor esté con ustedes. Amén.
Es necesario reconocer su actitud al protestar contra el agravio