Milenio Hidalgo

¡Ilustrador­es de México, uníos!

- JOSÉ LUIS MARTÍNEZ S.

Un fantasma recorre la Secretaría de Educación Pública, el fantasma del fanatismo y la insolencia. Otra vez Marx Arriaga, protegido de Beatriz Gutiérrez Müller, como protagonis­ta de un nuevo atentado contra la dignidad de los artistas y trabajador­es de la educación y la cultura. El primero, por demás amargo, fue la manera tan pedestre como, desde la Dirección General de Biblioteca­s Públicas, tramó la salida del escritor Daniel Goldin de la Biblioteca Vasconcelo­s. El más reciente —ojalá pudiera decirse “el último”—, ahora como titular de Materiales Educativos de la SEP, es su apresurada convocator­ia para el “rediseño” de libros de texto gratuitos, sin pago alguno para los autores ni para los encargados de evaluarlos.

Hace cien años, para la creación de la SEP, Vasconcelo­s se rodeó de los mejores escritores y artistas, de funcionari­os de primer nivel. Nunca se conformó con “medianías” ni escatimó recursos en su cruzada educativa. Torres Bodet, como secretario de Educación, cuando en 1959 se creó la Comisión Nacional de Libros de Texto Gratuitos convocó a reconocido­s profesiona­les para escribir e ilustrar aquellas obras destinadas a los niños, de acuerdo con un proyecto educativo y no por capricho de un burócrata resentido.

El cartujo recorre su libro de Historia y Civismo de sexto grado, fechado en 1966; mira los nombres de los autores de textos e ilustracio­nes, y se siente orgulloso de haber conservado algunos de aquello slibros, los primeros de su pequeña biblioteca en una casa donde nadie leía, no por falta de interés o gusto sino de dinero. Eran libros bien diseñados, ilustrados y escritos; eran una ventana para asomarse al mundo, por eso se volvieron entrañable­s. Nadie sabe cómo serán los libros “rediseñado­s” de Marx Arriaga, pero las ocurrencia­s son inadmisibl­es cuando atropellan los derechos de niños y jóvenes a una buena educación, y de los creadores a una remuneraci­ón apropiada a su actividad. Por eso es necesario reconocer la actitud de tantos ilustrador­es mexicanos al unirse y protestar contra el agravio; no pierden nada y ganan mucho al defender su trabajo.

Queridos cinco lectores, El Santo Oficio los colma de bendicione­s. El Señor esté con ustedes. Amén.

Es necesario reconocer su actitud al protestar contra el agravio

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