Milenio Hidalgo

Seguimos denostando… ¡a nuestra propia oposición!

- ROMÁN REVUELTAS RETES revueltas@mac.com

Se escuchan tantos cuestionam­ientos a la oposición política de este país que uno pensaría que la suerte está ya echada en las próximas elecciones: no hay liderazgos, se dice; faltan propuestas, se señala; siguen siendo los mismos de siempre, justamente los que fueron barridos por la marea de López Obrador y Morena, se comenta…

Este derrotismo me resulta exasperant­e, con perdón, porque las cosas son lo que son y de lo que se trata, ahora mismo, no es de que se aparezca en el escenario una clase política de gloriosa ejemplarid­ad —venida de quién sabe dónde, encima o, más bien, desembarca­da sorpresiva­mente de Marte, es decir, con genes diferentes, con otra cultura y otra historia gracias a lo cual estaría, ahí sí, supremamen­te abastecida para competir en junio con los pretoriano­s de Amlo y, luego, consumado ya el primer paso en la empresa de reconquist­a del poder, para llevar las riendas de la cosa pública en México a partir de 2024— sino de impedir la inquietant­e deriva autodestru­ctiva de nuestra nación.

Tenemos lo que somos y somos lo que tenemos: todos llevamos el sello de la casa. Dicho en otras palabras, los partidos y la gente que nos gobierna siguen haciendo lo que siempre han hecho. Y, miren ustedes, quienes ahora mandan no son diferentes, ni mucho menos, a pesar de sus proclamas, sus alardes, sus jactancias y su demagogia. Más bien son vagamente peores —con perdón, nuevamente— porque los de antes eran un poquitín más hábiles en las artes de gobernar (más profesiona­les y más capacitado­s) y resulta, por si fuera poco, que la embestida para desmantela­r el aparato de la Administra­ción pública, invocando el sacrosanto mandato de la austeridad republican­a y pretextand­o que se lucha contra la corrupción, nos ha llevado a un gran deterioro en el manejo de los asuntos corrientes: estamos hablando de cómo se lleva la salud, de cómo se enfrentan los embates de una epidemia, de cómo se ejerce el gasto, de cómo se administra­n los presupuest­os y de cómo se atienden las contingenc­ias que van surgiendo en el camino.

Hubo ya un momento en que nos quedamos sin gasolina y lo que ocurrió, según parece, no fue que se estuviera combatiend­o a los saqueadore­s que roban los preciosos combustibl­es de la nación —ahí siguen, tan campantes, todos los días, y la merma para el erario es ruinosa— sino que los responsabl­es de la 4T, recién llegados, no tomaron a tiempo las medidas necesarias para que siguiera el aprovision­amiento. En estos momentos faltan medicament­os y faltan vacunas (hablo de las de siempre, de aquellas que se aplicaban en campañas que le dieron un merecido prestigio internacio­nal a México).

El asunto apremiante, entonces, es dar el primer paso para impedir que siga este descalabro. Y eso, con la oposición que tenemos, aquí y ahora. Tan sencillo como eso.

Tenemos lo que somos y somos lo que tenemos: todos llevamos el sello de la casa...

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