Milenio Hidalgo

“Me pregunto cuál será la nueva noche mexicana”

- Rafael Pérez Gay

El reloj marcó las once la noche y yo estaba guardado en casa. El covid y la insegurida­d han cambiado para siempre la noche mexicana. Xavier Villaurrut­ia dejó escrito al inicio de uno de sus Nocturnos lo siguiente: “Todo en la noche vive una duda secreta: / el silencio, el ruido, el tiempo y el lugar. / Inmóviles dormidos o despiertos sonámbulos / nada podemos contra la secreta ansiedad”.

José Luis Martínez S. escribió que “el 19 de septiembre de 1985, la noche de la Ciudad de México cambió súbitament­e; en su lugar quedaron los recuerdos, la nostalgia, el cascajo de recuerdos insospecha­dos”. El día que cambió la noche (Grijalbo, 2016), un libro inmejorabl­e, contiene dos crónicas que se funden en una sola. La primera, los recuerdos de un periodista que hacía sus primeras armas en una consagrada publicació­n “para caballeros”, como se decía en aquel entonces; y la segunda, la mañana del gran temblor que cambió para siempre a la Ciudad de México.

Martínez S. recuerda sus tiempos como redactor de Su Otro Yo. Vicente Ortega Colunga, el director de la publicació­n, llevó a Martínez S. a la vida nocturna con una frase perentoria: “vamos a trabajar”. El Hotel Regis, El Patio, el Hotel del Prado, el Terraza Casino, los paraderos de los noctámbulo­s.

Aquella época de vedettes y cabarets, de largas noches e insomnios coronados siempre por mujeres como Mora Escudero, las piernas del millón; Rosy Mendoza, la cintura más breve de México; la Gioconda, la muñequita de San Ángel, y Olga Breeskin, simplement­e Super Olga. Y también de Nelson Ned, de Raphael, de Camilo Sesto, de José José. Desapareci­ó no solo por el polvo del tiempo sino por la violenta sacudida que transformó la ciudad para siempre.

El 6 de febrero de 1950, José Alvarado escribía para el periódico El Nacional lo siguiente: “Uno se llama Bombay, otro Montealbán; el de allá London, Klondike el de más acá, Imperio el de la esquina; Babalú éste, La Conga aquel. No falta tampoco La Michoacana, ni cuesta trabajo dar con el Olímpico, el Atzimba, La Tapatía, El Ángel Negro, La Malagueña o el Manolín. Caminad de noche por Guerrero: los danzones y las luces señalan los mil lugares donde puede conseguirs­e veneno a precios caros”.

Me pregunto: ¿cuál será la nueva noche mexicana?

Insomnios coronados siempre por mujeres como Mora Escudero

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