El absurdo de la revocación que no es
No es raro en este México bizarro, en el que hace tiempo vivimos, que las discusiones políticas y de grilla en que todo se convierte hagan perder a las palabras, las leyes y los actos su verdadero significado. Lo que ha venido sucediendo respecto a la revocación de mandato podría ganar un premio del absurdo.
La revocación que existe en algunos países de América Latina o en algunos estados de EU, o la caída de un líder en regímenes parlamentarios, sucede cuando hay una crisis política que impulsa a un grupo de políticos o ciudadanos a cumplir las reglas de cada lugar para poner a votación si un mandatario debe seguir en su puesto.
En un mundo normal esto lo organizan y promueven los grupos opositores y, en algunos casos, sobre todo en los sistemas parlamentarios, los miembros del partido gobernante hartos de quien los lidera. Son movimientos de rechazo contra alguien por algún acto específico —como está sucediendo con Boris Johnson en Inglaterra en estos días— o como se intentó con el gobernador de California hace unos meses.
Aquí, ahora, el partido en el poder, con mayoría en ambas cámaras federales, con un Presidente cuya popularidad no anda nada mal, es quien promueve, impulsa, berrea porque haya un ejercicio en el que el Presidente podría —en una elección todo puede suceder—perder su puesto. Si llegara un marciano, sería complicado explicárselo.
O no.
Porque todos sabemos que el Presidente y su partido lo que quieren con el ejercicio es uno de ratificación, uno que ponga a Andrés Manuel López Obrador, el hombre de la votación histórica hace unos años, el personaje que es Morena y es el gobierno, en la discusión pública en un año —el cuarto— en el que el controlvamenguandoylos ojos comienzan a ver a otros y al futuro.
Todo bien. En sí mismo es un buen ejercicio democrático que con un poco de suerte en el futuro se utiliza de manera normal, como revocación, y se puede — al menos— llamar la atención de mandatarios que hayan sido desastrosos en sus primeros años de gobierno.
Pero tengamos claro nada más que esto que está sucediendo no es eso. Esto es… pues otra cosa. Un poco absurda, que en los hechos mancha una buena figura de ejercicio democrático.
En un mundo normal la organizan y promueven los grupos opositores