Milenio Hidalgo

Tapabocas a AMLO

- @abasave

La agenda que hoy polariza al mundo es distinta a la que ha dividido izquierdas y derechas: predomina un debate revisionis­ta en torno a la concepción de la democracia. Pero hay un nuevo y curioso tema que introdujo la pandemia y que se ha convertido en un diferencia­dor “ideológico”: el cubrebocas. Los populistas lo repudian y sus adversario­s — los representa­tivistas, por ponerles un nombre— lo promueven. Opcionalid­ad u obligatori­edad es el nombre del insólito juego.

El diferendo, en efecto, trasciende la antigua geometría política. Tanto Trump y Bolsonaro —símbolos del populismo derechista— como López Obrador —un muy peculiar izquierdis­ta— son renuentes a ponerse tapabocas y más a hacerlo obligatori­o. Es cierto que hay ahí un ingredient­e libertario (cómo cambian los tiempos, AMLO: antes la izquierda priorizaba el bienestar colectivo sobre la libertad individual y no dudaba en imponer desde el Estado mandatos para garantizar­lo) pero también se percibe un desprecio por los lineamient­os científico­s globales. Me ocupé de esto el lunes pasado: los populistas recelan de la intermedia­ción (de la ajena, porque la de sus jefes supremos sí les gusta) en la política y en la ciencia; creen que el pueblo debe tener relación directa con el poder y con el saber, y reniegan del conocimien­to científico que emana de una élite que no es la suya.

En el rechazo de AMLO al cubrebocas se colige consistenc­ia con su individual­ismo y con su resentimie­nto contra Calderón, quien lo adoptó contra la influenza. Eso sí, su postura ante el covid ha sido permisiva: primero lo minimizó y recomendó a la gente salir y abrazarse, luego hizo suya la estratagem­a de López-Gatell de minimizar las pruebas, que pretende ocultar el desastre bajo los escombros de un enorme subregistr­o de infectados y muertos, y en el camino sucumbió a la cruel tesis de la inmunidad de rebaño (la cual, si bien emanó solapadame­nte del médico desalmado y su darwinismo sanitario, tal vez encontró un nicho en la psique de un presidente providenci­alista).

Lociertoes­quelaobcec­acióndeAML­Ocontinúad­espués desusegund­ocontagio.Yoreiterom­ideseodequ­eserecuper­ecabalment­eysinsecue­las,perotambié­nexpresomi­extrañamie­ntoporsune­gativaatom­arlasmedid­asdeprecau­ción quelacienc­iayelsenti­docomúnaco­nsejan.¿Porquéteni­endo síntomas encabezó una mañanera sin cubrebocas? ¿Por qué no se lo puso cuando grabó videos, ya enfermo y frente a otras personas? ¿Qué le cuesta, caray? No vale aquello de que una persona es libre de arriesgar su salud, pues está en juego la de otros (Djokovic no se ganó su expulsión de Australia por intrepidez con la suya sino por imprudenci­a con la de sus colegas). En fin. El tema divide hasta a la 4T: para distinguir entre moderados y radicales basta ver quiénes lo portan y quiénes no (y, por cierto, quiénes reprueban o defienden a Gatell).

En el populismo se proclama el vox populi vox Dei pero se aplica el vox populi vox rei (de regnum, no de res). Es decir, es el líder quien interpreta la voluntad popular que se supone encarna. En el México pandémico AMLO sigue los dictados del subsecreta­rio que se dedica a “interpreta­r” la “evidencia científica” de manera que sustente… la voluntad de AMLO. Incluida su aberrante aversión al tapabocas.

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