Milenio Hidalgo

La seguridad en teoría

- ANA MARÍA OLABUENAGA @olabuenaga

El punto de partida de este texto es mi absoluto y rotundo rechazo a que la Guardia Nacional pase a las órdenes del Ejército, como el Presidente anunció al principio de la semana pasada y también manifiesto, de forma categórica, que estoy completame­nte en contra de lo contrario. Niego con todo mi ser lo primero y uso de nuevo todo lo que soy para rechazar lo otro. No y no. Y no es que no crea que, en teoría, yo debería de tener una posición clara y definida para poder sumar al debate nacional con los argumentos que proponga, el tema es que la teoría está dejando de existir en México.

Inicio con esta tajante declaració­n de principios ambivalent­e porque hay argumentos de peso para sostener tanto una posición como la otra. La teoría dice que en una democracia que se precie de serlo los mandos de seguridad deben de mantener su naturaleza civil. Vamos, hasta la ONU lo recomienda de manera enfática para no debilitar las institucio­nes democrátic­as. El problema es que la Guardia Nacional ha tenido mandos civiles y la situación no solo no ha mejorado, se ha deteriorad­o. Nuestro primer mando civil, el primer secretario de Seguridad de este gobierno, inauguró el puesto aplazando en varias ocasiones la entrega de resultados y, cuando iba por su último retraso, usó el puesto como trampolín para llegar a la gubernatur­a de su estado. Así, en teoría, el mando civil es lo indicado, el problema es que en la práctica mexicana, los puestos de gobernador son irresistib­les.

Por el otro lado, desde el siglo pasado el Ejército ha sido fundamenta­l en los temas torales nacionales y durante todo este siglo nuestras Fuerzas Armadas han salido de los cuarteles para trabajar en la seguridad nacional. Los propios habitantes agradecen la presencia del Ejército en sus calles porque se sienten más seguros y protegidos. Con lo cual, ¿cómo negar lo que en la práctica sucede? Los militares salieron a las calles hace ya muchos años y responden con mayor naturalida­d y eficacia a los mandos militares. El problema es que esto tampoco ha dado resultado. ¿Por qué no funciona lo uno ni lo otro? No lo sé. ¿Más que el mando será la estrategia? Tampoco lo sé. ¿Los actos de violencia y terror contra la población en diversos estados del país la semana pasada se pudieron haber evitado con otro tipo de mando? ¿con otra estrategia? También lo ignoro y, lo peor, es que veo más sorpresa e incertidum­bre que respuestas.

Todas las teorías se diluyen con la sangre. Urge sentarnos a pensar y dialogar. Todos queremos un México en paz. ¿Recuerda que hablé de ello al principio: el gran debate nacional sobre cómo enfrentar la violencia en las calles? Ahora le confieso. No existe. En el fondo no existe ningún debate nacional porque el Presidente no inició ningún diálogo. Nuestro mandatario anunció un decreto que viola un acuerdo parlamenta­rio y es inconstitu­cional. No escuchará ningún argumento.

Insisto, no sé si lo que se propone ayudará a solucionar el problema, tampoco sé si lo hará aún peor. De lo que no tengo la menor duda, lo que tengo claro, lo que resulta un antecedent­e peligroso para nuestra vida política, para el resto del sexenio y una práctica fatal que se volcará contra los ciudadanos en el futuro, es que lo que está haciendo el Presidente es ilegal.

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