La mala educación de Delfina
El cartujo escucha embobado a la maestra Delfina Gómez Álvarez en uno de sus últimos discursos como secretaria de Educación. Con la mira puesta en el gobierno del Estado de México, dice: “Le reitero mi lealtad al proyecto de transformación nacional, los avances durante de mi gestión derivan de 18 meses, tiempo en el que constaté que educar es un acto de amor, es imaginar, crear, compartir, así lo entiende la cuarta transformación”.
¿Cuál es el saldo de su fugaz gestión? Un piélago de calamidades —como dice Hamlet en su célebre monólogo—, entre ellas la deserción de más de 500 mil alumnos y alumnas de educación básica y media superior, la supresión del programa de escuelas de tiempo completo y el desprecio por la calidad y evaluación del aprendizaje.
Su labor como secretaria, como diría Arturo Pérez-Reverte, no ha sido “elevar el nivel de los alumnos hasta la excelencia, sino en rebajar el nivel de la excelencia hasta la mediocridad”.
En unos días se irá a educar con “amor” a los electores del Estado de México, a convencerlos de la conveniencia de los chanchullos para lograr sus objetivos —los de ella y su camarilla, por supuesto—, mientras deja la estafeta a otra incondicional del Ejecutivo, quien difícilmente desplegará una visión menos pazguata del problema educativo en México.
Ante las críticas, los machucones del régimen contraatacan y elogian el trabajo de Gómez Álvarez. Lo hacen hipócritamente, ignoran los problemas de la educación pública en nuestro país por una sencilla razón, quienes los tienen, mandan a sus hijos o hijas a escuelas privadas, tal vez progresistas pero con todos los privilegios de las instituciones donde nada falta. ¿Cuánto pagan al mes para asegurar una buena enseñanza para sus vástagos en vez de exponerlos a las ocurrencias de gente como Marx Arriaga? Sería una buena sección para las mañaneras: ¿Quién es quién en el pago de colegiaturas? Se la pondrían encargar a Elizabeth García Vilchis o al procurador del Consumidor, Ricardo Sheffield, expertos y exultantes cuentachiles de la 4T.
Queridos cinco lectores, El Santo Oficio los colma de bendiciones y, para su alegría, les avisa de su ausencia la próxima semana. El Señor esté con ustedes. Amén.
¿Cuál es el saldo de su fugaz gestión? Un piélago de calamidades