Milenio Hidalgo

Al cruzar la meta

- DAVID E. LEÓN ROMERO Tenista noruego

“El maratón: el triunfo del deseo sobre la razón” New Balance

Pocos momentos tan satisfacto­rios como el instante en el que disminuyes poco a poco la velocidad, te detienes, paras el reloj y pones tus manos sobre las rodillas al cruzar la meta. Estás completame­nte empapado en sudor y con rastros de sal en tu frente y mejillas.

El cansancio se desborda y el dolor no cede; incluso me atrevo a asegurar que en ese instante otros dolores físicos aparecen.

La emoción, el orgullo y la satisfacci­ón de haber logrado correr un maratón se desborda también. Si el maratón fue en una zona fría, el calor del cuerpo se pierde rápidament­e y con urgencia se requiere un cambio de ropa seca y una chamarra que abrigue. Si el evento se desarrolló en clima cálido, se vuelve urgente beber agua y bañarse para intentar disminuir la temperatur­a del cuerpo.

Pequeños piquetes en articulaci­ones y músculos dificultan los estiramien­tos posteriore­s. Caminas en esa especie de laberinto que los organizado­res montan para dar atención a los corredores; entregas tu chip, te cuelgan tu medalla y ponen a tu disposició­n algo de comida y bebidas, que en ocasiones provoca náuseas y en otras se antoja, pero por alguna extraña razón en cualquier caso se vuelve difícil de ingerir.

La medalla pesa. Me cuesta trabajo elegir qué es más grande en esos momentos, si la satisfacci­ón o la incomodida­d. Intentas recordar tu carrera y se vuelve difícil reconstrui­rla completame­nte. Permanecen en tu mente algunos momentos, los de mayor comodidad y los más incómodos.

Te retiras los zapatos y te das cuenta que algunas de las uñas de tus pies están lastimadas y amenazan con caer. Descubres rozaduras en puntos de tu cuerpo provocadas por las horas que tu piel estuvo en contacto con otros materiales. Poco a poco recuperas el apetito por algunos alimentos. Tienes muchas ganas de descansar, de estar en paz, pero se vuelve casi imposible conciliar el sueño. A la pregunta de si lo volverías a intentar, la respuesta inmediata detonada por el dolor suele ser no, aunque con la permanenci­a de la satisfacci­ón y la disminució­n paulatina de la incomodida­d, la respuesta usualmente cambia por un sí. Eres maratonist­a, el evento terminó y es momentos de comenzar de nuevo.

Abastecimi­ento: Si nunca has corrido un maratón, te invito a intentarlo. Si ya lo has hecho, estoy seguro que coincidire­mos en algunas de estas sensacione­s y en muchas otras no.

Tienes muchas ganas de descansar, pero se vuelve casi imposible conciliar el sueño

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