El sentido de la vida
El factor común que une a la humanidad es la pérdida: pérdidas individuales pequeñas o grandes, o cataclismos a gran escala. Nick Cave dice que, tras haber acumulado innumerables pérdidas a lo largo de nuestras vidas, terminamos convirtiéndonos en el dolor del mundo. Escribe: “son pérdidas de dignidad, pérdidas de capacidad de acción y decisión, pérdidas de confianza, pérdidas de espíritu, pérdidas de dirección o de fe y, por supuesto, pérdidas de seres queridos”. Y estas “decepciones cotidianas y convulsas o grandes heridas históricas”, nos recuerdan nuestra pérdida de humanidad y que somos capaces de las mayores atrocidades y los más profundos sufrimientos. El “vasto dolor colectivo” es nuestra condición compartida.
Es decir: la única constante, el único instrumento con el que se ha medido a la humanidad es la vara histórica de la pérdida, el sufrimiento y la pobreza. Y a pesar de esto, la felicidad y la alegría persisten: la vida, dice Cave, “está llena de una belleza insistente, sistémica e irreprimible”, que no se experimenta en solitario, sino que es relacional y depende de una conexión con el Otro, ya sea otra persona, la naturaleza, el arte o Dios.
El sentido de la vida, según Cave, “se establece dentro de esa conexión, anidado en nuestro sufrimiento compartido”, y se encuentra casi siempre en pequeños actos de “bondad insignificante e irreflexiva”, sin testigos.
Esos pequeños gestos de bondad se unen, escribe Cave, para crear un bien que “contrarresta las fuerzas del mal y evita que el sufrimiento abrume al mundo”, pues “nos tendemos la mano y nos encontramos en la oscuridad común, y al hacerlo triunfamos sobre nuestra pérdida colectiva y personal”. Es tiempo de la bondad silenciosa.