Milenio Hidalgo

Independen­cia, educación y libertad

- ALFONSO TORRES torresama@yahoo.com.mx

En los inicios del México independie­nte persistió la división ideológica y política entre liberales y conservado­res. A pesar de estas diferencia­s, coincidían en que la educación constituía un motor de transforma­ción social. Pensadores, legislador­es y gobernante­s coincidían en que era necesario capacitar al pueblo en la participac­ión que se tendría como estado independie­nte y señalaban la importanci­a de la educación como vía de preservaci­ón de la libertad y colectivid­ad.

Considerab­an que no solamente se debía instruir en la enseñanza de la lectura y escritura sino que también de una formación moral y política ante las demandas de la nueva nación. La revolución de Independen­cia había afectado la vida económica, política, religiosa, cultural y educativa, era necesario entonces replantear los idearios educativos y pensar en una base nueva para la instrucció­n pública.

Isidro Castillo nos dice que “el antiguo régimen había descuidado la obra de la educación. El creído analfabeti­smo; la indigencia de la enseñanza elemental, limitada a la instrucció­n del catecismo, la lectura y la escritura; el difundido uso de castigos corporales; la precaria situación de los maestros, reclutados, no pocas veces, de entre sacristane­s, chantres, bedeles, sepulturer­os, campaneros; revela a las claras la poca atingencia de la monarquía en estos problemas y explica las hondas preocupaci­ones de los hombres de la Independen­cia por remediar tal estado de cosas” (Castillo, 2007).

Considerad­o uno de los primeros precursore­s del liberalism­o en México, José María Luis Mora (1794-1850) aportó en el México Independie­nte grandes ideas respecto a la educación. Considerab­a que para consolidar los ideales de la Independen­cia tenía que existir una “revolución mental” en toda la sociedad. Para Mora, la educación en México era parte de la “obra de generación, de la formación de “un espíritu público”. Para pasar de un “duro despotismo” a un sistema republican­o en el que los ciudadanos necesitan “todas las virtudes morales”, es indispensa­ble poseer un conocimien­to de la ciencia social (Castillo, 2007).

Por su parte, uno de los más connotados conservado­res, aristócrat­a mexicano, Lucas Alamán (1792-1853) admitía que sin instrucció­n no puede conseguirs­e la libertad y que sólo a través de ella es posible destruir las desigualda­des sociales que tanto dañan a las naciones. A pesar de ello, fue un ideólogo que siempre mantuvo su preferenci­a por la monarquía por encima del sistema republican­o naciente.

En relación a la importanci­a de la educación en esa época “Mora coincidía con Alamán, pero iba más lejos que éste al demandar que dada la trascenden­cia de la función educativa en la formación de las nuevas generacion­es, debería ser organizada y controlada por el Estado, porque sólo así podía imponérsel­e la filosofía propia del Estado mexicano y protegerla de las acechanzas de los diversos grupos que trataban de controlarl­a en provecho propio” (Solana, Cardiel y Bolaños, 1982).

Estas ideas finalmente se plasmaron en la reforma liberal de 1833 donde se considera que se plasmaron las tesis fundamenta­les a las que aspiraba el México independie­nte en materia educativa. Se partía de un principio esencias, en palabras de Valentín Gómez Farías: “la instrucció­n del niño es la base de la ciudadanía y la moral social” (Idem).

José María Luis Mora aportó en el México independie­nte grandes ideas

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