Independencia, educación y libertad
En los inicios del México independiente persistió la división ideológica y política entre liberales y conservadores. A pesar de estas diferencias, coincidían en que la educación constituía un motor de transformación social. Pensadores, legisladores y gobernantes coincidían en que era necesario capacitar al pueblo en la participación que se tendría como estado independiente y señalaban la importancia de la educación como vía de preservación de la libertad y colectividad.
Consideraban que no solamente se debía instruir en la enseñanza de la lectura y escritura sino que también de una formación moral y política ante las demandas de la nueva nación. La revolución de Independencia había afectado la vida económica, política, religiosa, cultural y educativa, era necesario entonces replantear los idearios educativos y pensar en una base nueva para la instrucción pública.
Isidro Castillo nos dice que “el antiguo régimen había descuidado la obra de la educación. El creído analfabetismo; la indigencia de la enseñanza elemental, limitada a la instrucción del catecismo, la lectura y la escritura; el difundido uso de castigos corporales; la precaria situación de los maestros, reclutados, no pocas veces, de entre sacristanes, chantres, bedeles, sepultureros, campaneros; revela a las claras la poca atingencia de la monarquía en estos problemas y explica las hondas preocupaciones de los hombres de la Independencia por remediar tal estado de cosas” (Castillo, 2007).
Considerado uno de los primeros precursores del liberalismo en México, José María Luis Mora (1794-1850) aportó en el México Independiente grandes ideas respecto a la educación. Consideraba que para consolidar los ideales de la Independencia tenía que existir una “revolución mental” en toda la sociedad. Para Mora, la educación en México era parte de la “obra de generación, de la formación de “un espíritu público”. Para pasar de un “duro despotismo” a un sistema republicano en el que los ciudadanos necesitan “todas las virtudes morales”, es indispensable poseer un conocimiento de la ciencia social (Castillo, 2007).
Por su parte, uno de los más connotados conservadores, aristócrata mexicano, Lucas Alamán (1792-1853) admitía que sin instrucción no puede conseguirse la libertad y que sólo a través de ella es posible destruir las desigualdades sociales que tanto dañan a las naciones. A pesar de ello, fue un ideólogo que siempre mantuvo su preferencia por la monarquía por encima del sistema republicano naciente.
En relación a la importancia de la educación en esa época “Mora coincidía con Alamán, pero iba más lejos que éste al demandar que dada la trascendencia de la función educativa en la formación de las nuevas generaciones, debería ser organizada y controlada por el Estado, porque sólo así podía imponérsele la filosofía propia del Estado mexicano y protegerla de las acechanzas de los diversos grupos que trataban de controlarla en provecho propio” (Solana, Cardiel y Bolaños, 1982).
Estas ideas finalmente se plasmaron en la reforma liberal de 1833 donde se considera que se plasmaron las tesis fundamentales a las que aspiraba el México independiente en materia educativa. Se partía de un principio esencias, en palabras de Valentín Gómez Farías: “la instrucción del niño es la base de la ciudadanía y la moral social” (Idem).
José María Luis Mora aportó en el México independiente grandes ideas