Milenio Hidalgo

Un otoño verde olivo

- JUAN CASAS ÁVILA Twitter: @contraperi­plos

Hoy quiero ser optimista y en consecuenc­ia proclamo que, a trompicone­s y bufando, el país se mueve; digo mueve y no avanza porque son cosas bien distantes y bien distintas. El pesimista bien podría replicarme, y con razón, que sería imposible que no se moviera. Yo a ese pesimista le contestarí­a que es cierto lo que dice: es poco probable que las cosas se queden quietas, estáticas por siempre. Pero, también añadiría, que ahora el paisito se mueve en un modo distinto, las cosas van dejando de ser lo que eran, la vida pública tiene ahora un rostro bastante diferente al que tenía, digamos, hace 10 años. Porque yo no soy de los que creen que el cambio comenzó apenas.

También creo que no nos conviene olvidarlo, no nos conviene borrar los nombres de personas que fueron de suma relevancia y que hicieron algo desde su trinchera, para que las cosas comenzaran a cambiar. La desmemoria no es un buen sustrato para que florezcan la libertad, el respeto, la tolerancia.

El otoño se acerca amenazante y comienza a refrescar el clima en nuestra entidad. Parece que la gente le ha perdido por completo el miedo a la enfermedad extraña que nos sacudió y nos cambió acaso para siempre.

Eso me gusta, es imposible vivir con miedo. Algunos nos negamos a soltar el cubrebocas y seguimos mirando con recelo a aquellos que se lo ponen de bufanda.

Quizá sea esa alguna de las manías que nos queden todavía por un tiempo. Por unos días, o semanas, algunos seguiremos sonriendo con los ojos y saludando con las cejas. Pero creo que finalmente hemos llegado al otro lado del túnel.

Son otros ya los temas que ocupan ahora la llamada “agenda nacional”. Los duros activistas de antaño, pasan verdaderos apuros a la hora de explicarle a su corazón la vergüenza de ser ahora los más férreos defensores del tono verde olivo que va cubriendo, como una sorda infección, cada uno de los espacios de la vida nacional. No rasgaré mis vestiduras, abomino de los moralistas de ocasión; sin embargo, creo que esa tampoco será la solución. Espero, de todo corazón, estar equivocado.

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