La sangre de México
Ayer millones de mexicanos dimos el Grito de Independencia. El 212 para ser exactos, de acuerdo con los cronistas y los libros de historia moderna. Sin embargo, en mis cuatro décadas de vida nunca había percibido tanta polarización social, mal humor e ideas contrariadas entre “conservadores” y “oficialistas”, entre chairos y fifís, o bien, entre los que apoyan al presidente Andrés Manuel López Obrador, y los que incluso no pueden ni escuchar su nombre.
Hay mucho drama, en exceso, hay mucho dolor y rabia contenida como ha ocurrido en pueblos y sociedades donde jamás se había dado un cambio -como en Hidalgo-, pero también persiste demasiado la visceralidad que proviene de la mala información, de una opinión sesgada o descontex- tualizada.
La manipulación mediática en este sexenio ha sido brutal. Como nunca antes había visto. Ni en las épocas de Carlos Salinas de Gortari, con todo el aparto del poder encima, con artistas, televisoras, opinión pública y medios a favor, ni siquiera ahí se enviaron las señales tan infames que hoy vemos en redes sociales.
Desearle a México lo peor, que haya muerte, hambre, violencia, desolación, esperar que nos vaya muy mal para decir: “ya ven, teníamos razón, era un peligro para la nación”, solo para satisfacer sus egos y su ambición política.
Ayer fue un Grito más, pero no parece ser cualquiera, la gente está más consciente hasta para percibir lo que es malo, lo que no y formar su propia opinión. A pesar de todo, la sangre que llevamos es la de todas y todos los que amamos a nuestro país, a nuestro querido México. Y eso ningún presidente o ninguna oposición nos podrá quitar, o hacernos cambiar de opinión.
México celebra pese a toda la clase política, siempre ha sido así desde el inicio de esta nación hermosa y llena de vida, colores, sabores y gente de bien.
México celebra pese a toda la clase política, siempre ha sido así desde el inicio de esta nación